THtay muchas clases de guerras. Por ejemplo, hay guerras externas y guerras internas. Entre las primeras se encuentran las de Irak, Vietnam, Gaza, Camboya, Yugoslavia, Bosnia, Afganistán, Chechenia, y un largo etcétera.

En una guerra hay siempre al menos dos potencias, dos o más antagonistas que se enfrentan para sacar beneficio de cualquier tipo: económico, potenciar la industria armamentística, hegemonía política, acceso a lugares estratégicos del planeta o simples ansias de poder, de mostrar al mundo que son los más fuertes.

En las guerras internas no son las grandes potencias las que se enfrentan sino grupos o partidos. Así tenemos la Guerra de los Despachos, la del Gal, la de las Fresas, la de los Trajes- Como en las primeras, aquí también una de las partes en conflicto desea salir vencedora y obtener beneficios políticos. A las guerras internas pertenecen las familiares, por cuestiones de herencias, divorcios o por unos simples huertos. Después de tantos siglos de vivir sobre la Tierra, nos dejamos llevar por esos instintos primitivos, ancestrales, en vez de hacer uso del razonamiento y el diálogo.

Adán fue el primer guerrillero, se alió con Satán para combatir a Yahvé y ser más poderoso que él. Pero fueron perdedores. El vencedor impuso sus condiciones y desde entonces los del género humano no levantamos cabeza.

Ahora se cumplen 64 años de la destrucción de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki por una bomba atómica, regalo de los Estados Unidos de América. Han pasado 64 años de esa masacre y los hombres siguen belicosos jugando a las batallitas. ¿Hasta cuándo?He leído una carta abierta de Gabriel García Márquez al entonces presidente Bush en relación al 11-S. Le hace reflexionar sobre lo que se siente cuando se ve la muerte en su propia casa porque los norteamericanos, siempre hacen las guerras lejos de su país y no les afecta el sufrimiento humano mientras no les toque a ellos. ¿Para qué tenemos el don de la palabra? ¿No sería mejor convencer que vencer? ¿Por qué los hombres aman la guerra?