TLtas relaciones entre España y Guinea Ecuatorial nunca fueron buenas. Ahora simplemente son pésimas. El primer ministro guineano ha acusado al Gobierno español, sin aportar prueba alguna, de haber participado en un intento de golpe de Estado inspirado entre otros por el líder exiliado (en Madrid) Severo Moto. El Gobierno español lo ha desmentido tajantemente. Muchos vieron en ese confuso episodio, donde intervinieron mercenarios surafricanos y británicos, parientes del dictador Obiang y otros individuos, un acto más de la lucha por la sucesión que desde hace meses se desarrolla en la excolonia española. Obiang , gravemente enfermo, duda entre su hijo preferido, Teodorín , y otro de sus hijos, que tiene menos papeletas para esta rifa indigna. El clan essangui de Mongomo y su consejo de ancianos tendrán la última palabra. Pero mientras tanto, la lucha entre facciones por hacerse con este territorio riquísimo (el tercer productor de crudo de Africa), poblado por gente pobre, continúa. Este gobierno y otros anteriores expidieron interlocutores a Malabo para establecer con el régimen guineano un statu quo aceptable. Se trataría de que la no muy numerosa colonia de españoles (sustancialmente, curas y monjas que aseguran la educación) no sufriera las consecuencias de unas relaciones tirantes. Pero, como otras veces, tras una serie de declaraciones tranquilizadoras y rimbombantes, las cosas vuelven por donde solían: rectificar las relaciones hispano-guineanas parece misión imposible.

*Periodista