No soy consumidor habitual de comida rápida pero de vez en cuando me doy un homenaje con mi hijo a base de hamburguesa y patatas fritas convenientemente bañadas en ketchup y mayonesa. Lo siento. Como ciudadano he seguido con cierto desdén la polémica en torno a las súperhamburguesas XXL de Burger King y como periodista me he resistido lo que he podido a opinar sobre este tema, que me parece menor frente a otros asuntos que nos ocupan. Y ya ven, aquí me tienen opinando y con unas ganas horribles de devorar una hamburguesa que en condiciones normales jamás habría pedido. Quizás esta reacción tenga su origen en alguna disfunción mental que tendré que consultar a mi médico, pero también es posible que sea una respuesta lógica inducida por la campaña publicitaria - y gratuita - que todo este revuelo está proporcionando a la cadena que vende esas hamburguesas pantagruélicas. Y si mi caso no es el único, imagino a sus responsables frotándose las manos.

No he llegado a comprender muy bien si las hamburguesas en cuestión son peligrosas por la ingente cantidad de calorías que proporcionan o si lo preocupante es la publicidad con que se anuncian, que incumpliría la estrategia NAOS por la que algunas compañías se han comprometido con la prevención de la obesidad. Si es lo segundo, que se expulse a Burger King del plan y punto. En cuanto a las calorías aportadas por la XXL, me extraña que nos escandalice en el país del cocido, la fabada, el chuletón de ternera, las patatas revolconas, los huevos fritos con chorizo y morcilla o la barbacoa campera, sólo por poner algunos ejemplos. Sospecho que cualquiera de estos platos, que se publicitan sin escándalo en los restaurantes y se consumen sin conciencia de pecado, supera también la aportación calórica diaria recomendable para cualquier individuo.

XEL ULTIMOx estudio sobre obesidad en España constata que este problema de salud pública se ha duplicado en los últimos 20 años. Es muy preocupante la incidencia de esta epidemia entre los niños, pero resulta curioso observar que los mayores índices de obesidad se dan entre personas mayores, a los que no imagino consumidores habituales de comida rápida, y en los pueblos, en donde las hamburgueserías no suelen instalarse, lo que nos habla de un problema muy complejo que no debe simplificarse.

En esto, como en todo, el mal habrá que buscarlo en el exceso. Y salvo que impongamos un carné por puntos que controle el número de hamburguesas XXL que podamos devorar en un mes, la prevención dependerá del sentido común de los consumidores y, en el caso de los pequeños consumidores, de la responsabilidad de los padres, siempre que consigamos, eso sí, que la influencia de los padres en la educación de los hijos sea mayor que la que ejerce Burger King. Si no fuera así, el problema XXL no sería precisamente el de la obesidad.

*Periodista