El pasado 3 de febrero nos dejó George Steiner, lingüista y filósofo, uno de los gigantes intelectuales del siglo XX. De familia vienesa y judía, nació en París pero tuvo que huir del nazismo e instalarse en Nueva York. Steiner es, entre otras cosas, lúcido analista de uno de los fenómenos que determina nuestra sociedad contemporánea: la cultura de masas.

La obra en la que desarrolló más ampliamente esta idea fue ‘En el castillo de Barba Azul. Aproximación a un nuevo concepto de cultura’ (1971) en el que dice, entre otras cosas: «(...) el impulso primario de la libido es ingerir todas las realidades en el sí-mismo, las relaciones humanas están recorridas por una tendencia a pulverizar a la persona rival». Ese pasaje del libro es el que mejor conecta no solo con la idea de la reificación de la identidad como paradigma del nazismo del que tuvo que huir, sino también el que alude más directamente al nombre propio de su libro, Barba Azul, a través de la idea del «otro» que introdujo Simone de Beauvoir en ‘El segundo sexo’ como elemento central de la filosofía feminista.

Barba Azul es un cuento clásico formalizado por el escritor francés Charles Perrault. Cuenta la historia de una mujer que descubre que su marido oculta en una habitación cerrada con llave los cadáveres de todas sus anteriores esposas. Aprovechando su ausencia, la mujer rompe la prohibición de entrar en la habitación y descubre los cuerpos de sus anteriores mujeres colgados de las paredes, y un suelo enteramente cubierto de sangre coagulada; nerviosa, se le cae la llave al suelo que, al impregnarse de una sangre que no se puede limpiar debido a un hechizo, la acabará delatando. Un golpe de suerte hará que justo antes de su ejecución sea salvada por su familia y, gracias a la fortuna heredada de Barba Azul, pueda reconstruir su vida.

Barba Azul es un hombre rico y poderoso que, según varias fuentes, estaba inspirado en el aristócrata francés Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais (1405-1440), célebre por llegar al éxtasis con el canto gregoriano y con la tortura y descuartizamiento de niños durante el transcurso de sus orgías de alcohol y sexo. Aunque es imposible saber el número, parece que en sus pocos años de vida asesinó al menos a dos centenares de niños, a los que secuestraba, vejaba, violaba, asesinaba, desmembraba y quemaba. Juzgado entre el 19 de septiembre y el 22 de octubre de 1440, fue condenado por asesinato, sodomía y herejía, y finalmente ahorcado el 26 de octubre de 1440 en Nantes.

Pensando en la mezcla de leyenda y realidad que inspiró el título del fascinante libro de Steiner, me preguntaba tras su fallecimiento si, más allá de las formas, el mundo ha cambiado tanto desde el siglo XV hasta hoy y si, de cambiar, ha sido a mejor. La respuesta la da él mismo en la entrevista póstuma que publicó ‘El País’ el 5 de febrero: «(...) me atrevo a decir, de la creciente barbarie de los medios, de la vulgaridad dominante, es cada vez mayor».

La raíz de las reflexiones de Steiner, como la raíz del cuento de Perrault y de la historia real de Gilles de Rais, es la misma: el poder. La misma raíz, exactamente la misma, que permite, hoy, el consentimiento social de la violencia contra los menores y contra la mujer.

El fallecimiento de Steiner coincidía en fechas, aproximadamente, con la ratificación de la condena por violencia de género al alcalde de Malpartida de Cáceres y con la difusión del proceso judicial abierto en Cáceres capital a un anónimo y respetable ciudadano por grabar a jóvenes desnudas engañadas mediante el cebo de sesiones fotográficas.

En el primer caso, buena parte de la sociedad malpartideña ha decidido arropar al maltratador y sostenerle como alcalde. En el segundo, casi la totalidad de la sociedad cacereña ha decidido echarle una mano con su silencio al presunto violador de la intimidad de las jóvenes. En ambos casos, algunos medios de comunicación, políticos y representantes de las élites locales han preferido mancharse las manos con la complicidad hacia los hombres juzgados que con la defensa de las víctimas. El mensaje a las mujeres es claro: la habitación de Barba Azul debe seguir bien cerrada con llave en el Cáceres del siglo XXI.

*Licenciado en Ciencias de la Información.