Hacer la compra alimenticia suele ser algo tedioso, porque ante todo es una obligación, y casi todo lo que se hace por obligación no gusta. Pero puede ser un suplicio si eliges una hora punta, que es cuando tienes que avanzar por los pasillos abriendo paso a tu carrito entre un sinfín de carritos ajenos, pidiendo mil disculpas por entorpecer a otros, y otorgando otros mil perdones a quienes te entorpecen a ti. Esas horas punta son martirizantes, y sin embargo no dudamos en elegirlas para meternos en el follón, aunque en muchos casos tengamos la opción de elegir otros momentos más tranquilos.

En principio nuestra intención es meter en el carro lo que haga falta, pero a ello añadimos lo que pueda venir bien. Así que ese carrito que debería pasar por caja con diez artículos, termina haciéndolo con veinte. Para ayudar a esto, los supermercados cambian con frecuencia los productos de sitio, de manera que recorres todos los pasillos para encontrar la nueva ubicación de esa lata de espárragos que necesitas para complementar tu dieta. Y das sin querer con ese queso azul, esa pizza boloñesa o ese paté de oca que te gustan tanto, aunque no debes comer, porque estás a régimen y además parte de ellos quizá se estropeen en el frigorífico, pero un día es un día y al carrito van.

Hacer la compra también puede servirte para comprobar que podemos ser unos consumidores mal educados. Es muy común ver a clientes que no se ponen guantes cuando toquetean la fruta o la verdura, aun viéndolos en las manos de otros clientes. No es extraño encontrar productos congelados o frescos fuera de sus lugares de conservación, quizás un paquete de yogures en la sección de embutidos. Los dejan en cualquier lugar, aun sabiendo que pueden perder la cadena de frío. Algunos clientes abren envases de productos que inspeccionan y luego dejan sin ningún reparo. Otros clientes pasan por la caja con una tranquilidad pasmosa metiendo su compra en las bolsas, e incluso se permiten revisar el ticket antes de retirarse, y ralentizan la cola. En otras ocasiones dejan el carro solo haciendo cola mientras acarrean los últimos artículos.

En fin, el reflejo de la sociedad en un mundo de 2.000 m2.