La figura del antihéroe suele dar buen juego en el cine y la literatura, quizá porque muchos lectores y espectadores de hoy demandan personajes de carne y hueso en los que mirarse, gente -como nos ocurre a la mayoría de los mortales- que se equivocan más de lo que aciertan.

No obstante, en los últimos tiempos se ha abusado en la ficción del antihéroe, y en no pocas ocasiones los creadores nos ofrecen estampas tan artificiales que acaban resultando un reverso poco convincente de ese héroe al que de modo sutil pretenden criticar.

Precisamente porque conozco la dificultad de crear un antihéroe verosímil, agradezco tanto el trabajo de Brad Pitt en Érase una vez en Hollywood (Tarantino, 2019) y de John Tuturro en la miniserie The night of (Steven Zaillian y Richard Price, 2016). Estos dos actores sortean los excesos de los antihéroes adulterados de los que hablaba antes para dar vida con naturalidad, sin estridencias, a dos hombres marginales que viven a la sombra de las grandes estrellas en entornos muy exigentes: el de Hollywood y el de los juzgados de Nueva York. Brad Pitt, actor de doblaje de acción sobre el que recae la sospecha de un asesinato, trabaja como guardaespaldas, amigo y confidente de un actor famoso ahora en declive (Leonardo di Caprio), mientras que Tuturro, un abogado sin fortuna acuciado por la dermatitis, se esfuerza por sobrevivir en la jungla de las comisarías defendiendo a delincuentes de medio pelo ante la mirada despectiva de sus compañeros de profesión.

Ambos actores interpretan, en entornos muy diferentes (glamuroso el de Hollywood, pedestre el de la Justicia), a dos personajes que tratan de perdurar en un mundo laboral que solo puede ofrecerles las migajas del éxito.

No son antihéroes, sino -y esa es, paradójicamente su grandeza- diminutos e imperfectos héroes de andar por casa a quienes nadie haría caso fuera de los focos del cine.

* Escritor