Hace treinta años yo estudiaba en Pamplona. Vivía en un Colegio Mayor. Tenía la habitación número ocho. En la número diez vivía una compañera de León. Su padre era comandante médico. No hacía sino el bien. Lo mató ETA de un tiro en la nuca. Años después me encontré a mi compañera y a su madre en Madrid, la vida rehecha, con un brillo de futuro en los ojos y mitigada la pena aunque presente siempre, seguras de que en algún lugar un héroe velaba por ellas y orgullosas porque había cumplido su misión. El mismo orgullo, la dignidad y la fuerza que en su insondable dolor agiganta a Francisca y a sus hijos. La prolija historia de la maldad humana muestra que el camino de la libertad, la verdad, la paz y la vida se ha recorrido sobre millones de muertes injustas. Injustas y salvajes, nunca inútiles. No la de todos los muchachos masacrados en Normandía, no la de todas las mujeres asesinadas por defender su condición, no la de los judíos en los campos de exterminio, no la de los inocentes asesinados frente al muro de la vergüenza en pos de la libertad- Ni una de esas muertes ha sido inútil. Su sangre ha sido tan fecunda que el nazismo tuvo su Nuremberg, las mujeres conquistamos día a día la igualdad y Berlín no es hoy la vergüenza del mundo sino espejo de tolerancia. Por eso cuando escucho a la viuda y al hermano del último héroe que se entregó por todos, junto a las lágrimas que ellos no lloran, el dolor al que ellos se sobreponen, la ira que les hace fuertes, la impotencia a la que no sucumben, percibo también, ahora sí, la esperanza. Otro héroe en la lucha contra el perro rabioso. Rabia inmunda que no se vence con miedo, sino con valor, acción, entereza heroica. "No han podido con mi marido", dijo la viuda, "como él hay muchos". Muchos que seguirán saltando el muro, desembarcando ante las balas, denunciando que las sanguijuelas matan sólo por dinero, muchos que hoy ya no se esconden en una ominosa partida de cartas. Sí, después de años de tortura la fiera pronto estará vencida. La sangre fecunda de tantos héroes terminará por ahogarla.