THtace pocos meses, telefoneé a Santiago Carrillo para decirle que algunos, apoyados desde el entonces Gobierno de Cantabria, queríamos rendirle un homenaje junto con Manuel Fraga . Al fin y al cabo, al inicio de la (primera) transición, el que fuera ministro de Información y Turismo con Franco se ofreció a presentar al recién salido de la clandestinidad dirigente comunista Carrillo como orador en el entonces muy conservador y bastante influyente Club Siglo XXI. Fue un éxito de convocatoria, que solamente molestó al que era director del Club, un coronel a la vieja usanza incapaz de entender y menos de asimilar los nuevos tiempos que se nos echaban encima. Creo recordar que el guerrero personaje dimitió y que fue el único en hacerlo, sin que nadie lamentase excesivamente la pérdida de tan irritable individuo.

Pero Fraga sí lo entendió, y Carrillo, también. Cuando le hablé del homenaje que planeábamos para este verano, Carrillo aceptó encantado, recordando viejos y no tan viejos tiempos. Una representante de Fraga aceptó también, pero nos advirtió del delicado estado de salud de don Manuel. Y fue este estado de salud el que impidió la realización de un acto de cariño a dos personajes que encarnaron el espíritu de una transición basada en renunciar a programas de máximos, en transigir con la concordia y el acercamiento ideológico pese a todo . El pacto, en suma.

Ahora, cuando me llegan noticias de una (nueva) hospitalización de Carrillo, y cuando veo la movilidad reducida del irreductible Fraga, recuerdo el frustrado homenaje y me pregunto para cuándo reconocer públicamente los méritos de dos políticos que tanto hicieron para que las dos españas se diesen un abrazo, fundiéndose en una sola España, una España a la que ambos quieren, como usted o como yo, por encima de todo.

Mejórate, Carrillo, que aún os necesitamos a ambos, qué caramba.