WLw a imputación del presidente Francisco Camps por el Tribunal Superior de Justicia del País Valenciano (TSJPV) marca un salto cualitativo en el llamado caso Gürtel, la investigación de una trama de corrupción que afecta a políticos del Partido Popular de varias comunidades. Y eso es así porque Camps desempaña un cargo institucional de extraordinaria relevancia y es, además, un hombre muy cercano al presidente de esa formación política, Mariano Rajoy. Si tras la declaración que el presidente valenciano debe hacer ante el tribunal el próximo día 19 por un presunto delito de cohecho se confirmara la imputación, el líder de la derecha española no debería dejar pasar más tiempo para tomar una decisión trascendente: o deja caer en el abismo judicial a uno de sus principales valedores o corre el riesgo de apoyarle hasta el final, pese a que haya indicios razonables de presuntas corruptelas.

Francisco Camps, uno de los principales jóvenes valores del PP, se ha visto envuelto en este escándalo porque, presuntamente, aceptó, igual que habrían hecho algunos de sus colaboradores, regalos en especie (trajes, por más de 12.000 euros, en su caso) de manos de Alvaro Pérez, conocido como El Bigotes, socio del principal implicado en la red corrupta, Francisco Correa, que se encuentra en prisión. El presidente valenciano ha defendido hasta ahora que siempre ha pagado los trajes de su bolsillo, pero partes del sumario filtradas a la prensa indican que puede haber personas que atestigüen las dádivas y que en conversaciones privadas entre Camps y El Bigotes se hacía mención a determinados regalos.

Tiene razón Camps cuando dice que las filtraciones del sumario dejan en situación de indefensión a quienes, sin haber sido formalmente imputados, aparecen mencionados en documentos incautados o en conversaciones grabadas. Pero pierde esa razón cuando apunta hacia el juez Baltasar Garzón, primer instructor de este asunto pero que se inhibió al ver que había personas aforadas. La acusación reiterada desde el PP de que este juez estaría jugado el papel de brazo ejecutor de una conspiración en toda regla contra los populares se viene abajo desde el momento en que otro juez transita por el mismo camino que Garzón.

Por fin va a tener Camps ocasión de aportar ante el juzgado las supuestas pruebas exculpatorias, una ocasión que, si hay que creer sus palabras, anhelaba desde hacía meses. Lo prudente por parte de todos es esperar y que el tribunal tome las decisiones oportunas. Pero si estamos ante una maniobra de distracción y al final Camps recibió los trajes --y, en consecuencia, mintió-- estaremos ante un caso muy grave que le puede costar el cargo y será una mancha que acompañará desde ahora a Rajoy en su carrera por alcanzar un día la presidencia del Gobierno.