Escritor

Rajoy fue pasto de esas llamas. Hace diez años, Rajoy era el primero de todos los escalafones, pero tenía un aura de cierta pluma. Se comentaba que Fraga no lo quería cerca de él, sobre todo teniendo en cuenta que Fraga ha estado poniéndose los huevos en sitio hasta hace poco que se le fue la voz por la cara y ahora le sale un álito, aunque lo dejas y le pega todavía un tiro a un rebeco, antes que se persigna un cura loco. Con el Prestige no ha tenido más remedio que ponerse a la rueda de Rajoy, de cuyo cerebro han salido todas las teorías para, si no erradicar los males, al menos poder echarle la culpa a Caldera, lo que demuestra una gran inteligencia. Hoy, después de todo lo que ha ocurrido, el Prestige fue hundido por Zapatero, igual que la guerra de Irak, que es quien la ha atizado de verdad. Rajoy ha salido indemne de todo, incluso de la ambigüedad de ese armario cerrado a cal y canto, que no se sabe incluso ni dónde está, porque cuando peor pintaban los bastos Rajoy llamó a su novia de toda la vida:

--Oye que soy Mariano...

--¿Pero tú eres Mariano...?

--Sí, mujer, tu novio de toda la vida...

--Ah, sí, pues vete a la mierda Mariano.

--Oye, que te llamo para que nos casemos...

Y claro así se caen los castillos más enhiestos. La novia se le echó a llorar:

--Ingrato, ingrato... Ahora que te ves en esas...

Como Rajoy hay decenas de políticos, algunos extraordinarios, que penan en el purgatorio ser un día llamados para la alta política, e incluso la media como aquí en Extremadura con los últimos nombramientos que está la cosa rara y lo digo sin mala intención. Parece como si una fuerza nueva hubiera penetrado con cierto desconcierto en las filas del partido, no dejando que cualquier otra prevalezca, sobre todo si fuiste un día a encender el mechero en un concierto de Raimón. La imagen nos avasalla. Pero todo queda en nada, cuando aparece el divino Aznar al que corren a pelo a diario Chirac y el alemán.