TLta tentación está ahí. Y no es pequeña. Con las exportaciones marcando récord de crecimiento (subida del 2,3%), cuando ya de por sí se habían comportado estupendamente incluso durante el "invierno" de la crisis. Con la confirmación que el crecimiento trimestral de nuestra economía es del 0,8% del PIB, consolidando un 3,2% anual que nos coloca como el país de mayor crecimiento en la eurozona entre las grandes economías. Se puede decir que nuestra economía muestra velocidad de crucero.

Por eso digo que el aguijón de la duda puede existir: ¿para qué queremos gobierno? Casi dan ganas de seguir votando así, en bucle, sin conceder mayorías parlamentarias, y entretenernos maliciosamente en ver los juegos de tronos (perdón, digo "pactos") políticos mientras los demás seguimos a lo nuestro. Sacando el país adelante. Ya comentaba que la tentación era jugosa y tenía una pizca de desquite.

Sólo que sabemos que, si bien a corto plazo no afecta, la inexistencia de gobierno sí supone un problema para nuestra economía en un escenario de continuidad. Si existe algo que ahuyente a los inversores es, desde luego, la incertidumbre. Y no la hay de mucho más calibre para un país que la falta de gobierno, o que el mismo sea inestable o impredecible. Situación en la que nos encontramos ahora mismo. Y aún así, la economía sigue como un tiro. ¿Milagro, paradoja, consecuencia?

Más bien, inercia. La inercia es una fuerza muy poderosa en la macroeconomía. Tanto en lo positivo, como en lo negativo. Romper círculos --virtuosos o viciosos-- de una economía en funcionamiento no es tarea sencilla. Ni se realiza por mandato del gobierno de turno. Como ejemplo tenemos a Venezuela. Sumida en una espiral inflacionista (Maduro se atrevía a decir la semana pasada que subía los sueldos mínimos en un 50%... se le pasaba mencionar que la inflación en los productos de la cesta básica iba ya por el 300%), ni el petróleo puede salvar una economía condenada por la política monetaria y la absoluta falta de producción del país. Esa inercia solo la romperá un cambio profundo, que requerirá tiempo.

En el caso de España, la inercia actual es tan positiva que, como vemos, ni la falta de gobierno lastra su marcha. Contamos con un gobierno "provisional" --en funciones--, lo que provoca una serie de limitaciones que son las que potencialmente pueden dañar la economía, como una falta de aprobación de los presupuestos generales para el año próximo (y este tema da para un artículo completo).

Antes, en un colosal ejercicio de desapalancamiento, el sector privado amortizó deuda mientras racionalizaba gastos para afrontar la salida de la recesión "ligero de equipaje". E hizo los deberes de suplir la demanda interna con exportaciones. Sumen toda la batería monetaria de Draghi y el BCE, que han permitido al gobierno financiarse mucho y muy barato. Más la caída en el precio de las materias primas (especial incidencia el recorte en el petróleo, de tanta importancia debido a nuestra dependencia energética). Ese es el cuadro que pinta las principales razones que justifican la buena marcha de nuestra economía.

Pero hay un freno de mano preparado para activarse: el político. No tengo al Partido Popular precisamente como un mal gestor económico cuando está en el gobierno. Aunque bien aupado por la coyuntura antes comentada, lo cierto es que su acción genera réditos. Tengo para mí que mucho voto que ha recibido en esta doble tanda electoral tiene esa base.

Por eso, me es más complicado entender cómo se han lanzado a un continuo aumento del gasto público. España está endeudada a un nivel altísimo (equivalente al 100% del PIB), que nos coloca en una zona de peligro a poco que cambien las condiciones monetarias. Que te puedas financiar barato, no te obliga a acumular deuda. ¿Se imaginan que cambian las tornas --algo que ocurre con frecuencia en los mercados-- y el coste de nuestra deuda sube? Entonces, sí vendrán los recortes. Y dudo mucho que haya la valentía de hacerlo donde deben hacerse: sobre el gasto político.

Además, el prometido recorte en el gasto público no ha llegado. Ni nada que (remotamente) se le parezca. Todos los partidos hablan de aumentar más el gasto público. Eso es asumir que la situación actual seguirá así perpetuamente. Claro, y los pisos nunca bajaban de precio. Esa deuda (y su origen político) es nuestro particular freno de mano.