Mucho está dando que hablar el insomnio temido y evitado por el presidente en funciones, confesado con voz casi temblorosa a Ferreras, del que se ha librado al fin al resistir la presión de los protagonistas de la moción de censura, desde su pretendido y frustrado socio a Rufián, incluido Urkullu e incluido Bildu, con los que no tiene alianza alguna, pero que, sin embargo, le quieren.

Todos le echan en cara que no haya gobierno y él les echa en cara a todos, con carita y vocecita de víctima, desde ambición a falta de sentido de estado y así va preparando una nueva mayoría no tan ridícula como la actual, o nuevos socios como Errejón, que ese sí que es un estadista.

Sin embargo, pese a que se haya ridiculizado a Sánchez por su hipérbole, al fin y al cabo le entiendo, aunque sin compartir que los votantes de Podemos participaran de la falta de sueño presidencial. Sánchez no pactó con la izquierda extrema y eso me alegra, pese a que, si pude dormir cuando el abortado golpe de estado independentista, seguramente también podría hacerlo con un ministro de Hacienda, populista. Sobre todo con la ayuda de la pasiflora o de la melatonina.

Los restantes líderes rechazados enseguida han empezado a recomendarle al presidente frustrado o bien un cambio de colchón o bien valeriana. Yo, que desde hace unos años combato los despertares nocturnos con paciencia e infusiones, no creo, como mi abuela diría, que Pedro Sánchez tenga miedo de dormir mal porque le remuerda la conciencia, aunque esa, sin duda, sea una buena razón para el insomnio. Ni creo tampoco que le provoque desvelo esa legión de incongruencias, de donde dije digo, y de noesnoes, que arrastra desde que empezó su carrera a la Moncloa.

Y pues está claro que hasta ahora Sánchez duerme bien, solo le deseo que siga haciéndolo sin que le perturben su paz, por ejemplo, las 42 muertas por violencia de género de este año, ni las víctimas de las lluvias torrenciales, ni siquiera el futuro de las pensiones o la amenaza constante independentista. Pues todo eso para él parecen ser minucias de escaso impacto emocional.

*Profesora.