Las cifras de estos días son frías, heladas diría yo, no ponen cara ni reflejan la vida, la historia de cada una de las personas que hay detrás de cada número. Esperamos con impaciencia una curva que venza a esa línea ascendente; esa línea insoportable que une puntos, de mil en mil, de una gráfica de contagiados, de fallecidos. Una línea que lleva escrito los nombres, la mayoría de ellos de personas mayores cuyos cuerpos no pudieron soportar el ataque del virus.

Detrás de cada uno de ellos hay una familia, amigos, que no solo sufren el dolor de la pérdida, sino que, además, deben resignarse a la tristeza e impotencia de no poder despedirse de ellos como hubieran querido. No puedo dejar de pensar en esto, porque en toda esta situación trágica, estoy agradecida de haberle podido coger la mano a mi padre hasta el final, hace unos meses. Es triste pensar en esas madres o padres de tantos que no han podido ser despedidos. La soledad al final de toda una vida, la deshumanización de la muerte.

Vidas que contribuyeron a crear esta España en la que vivimos, que han ayudado a que las siguientes generaciones disfrutáramos del estado de bienestar que tenemos. Personas que, en los peores momentos de la crisis económica, fueron el sustento y el refugio de la familia; siempre un apoyo incondicional para los suyos.

Ellos deben vivir la última parte de su vida en tranquilidad; son merecedores de todo el amor, de toda la paciencia y de la ayuda de los demás, porque a lo largo de su vida hicieron lo mismo o más por nosotros. Como dice el poeta Joaquín Paso en Los indios viejos, nuestros mayores deberían estar sentados «!junto a un río que siempre va despacio. Ante ellos el aire detiene su marcha, el viento pasa, contemplándolos, los toca con cuidado, para no desbaratarles sus corazones de ceniza».

Hagamos todo lo que podamos por ellos y brindémosles esperanza, sabedores de que son fuertes, han superado muchos obstáculos, son de otra pasta. Hablemos más de cuántos de ellos se recuperan y mientras tanto, garanticemos y exijamos firmemente para ellos el mejor escudo protector que les mantenga a salvo. ¡No merecen menos!

*Ingeniera agrónoma y diputada del PP.