Periodista

Ha dicho Rodríguez Ibarra en el discurso de investidura que él no se irá de Extremadura porque ya no hay que marcharse para triunfar como cree la derecha. Uno lee las páginas de este periódico de la última semana y no sabe si darle la razón a Ibarra o quitársela.

Ahí está el caso del abogado cacereño Pablo Vioque. Se fue de Cáceres a Galicia hace casi 30 años y se hizo rico, importante y triunfador, primero de manera legal y luego ilícitamente. Se afilió a Alianza Popular, fue candidato a senador por este partido, controló después el poderoso Partido Popular de Vilagarcía de Arousa, alcaldía incluida, donde colocó de secretario general a su hombre de confianza, el narco huido Luis Jueguen Vilas, y EL PERIODICO EXTREMADURA daba cuenta el pasado viernes de cómo ha acabado la cosa, con Vioque condenado a 19 años de cárcel. Es decir, Ibarra tendría razón en que para la derecha, el horizonte político está fuera de Extremadura, pero no acertaría en lo del éxito: es más fácil hacerse millonario yéndose de aquí.

Otro caso más. El empresario Francisco Vázquez Igual se fue de El Gordo (Cáceres) a Madrid hace 40 años. En un gran trabajo de investigación de este periódico, el pasado martes se desmenuzaba su biografía y tenía semejanzas con la de Vioque: emigración para prosperar, triunfo, afiliación al Partido Popular y el camino acaba en los tribunales, que investigan dos de sus principales operaciones inmobiliarias, en Alcorcón y Villaviciosa de Odón, por presuntos delitos de cohecho y prevaricación, entre otros. De nuevo se cumple la regla ibarrista de que la derecha busca la gloria fuera de Extremadura, pero se incumple su máxima de que para triunfar no hay que salir de la tierra.

Decía el polígrafo catalán Josep Pla que Madrid era una ciudad llena de funcionarios y de aristócratas y terratenientes extremeños y andaluces. Hoy, los aristócratas han sido sustituidos por intermediarios, promotores, conseguidores y expertos en ingenierías financieras. El propio Vioque abrió un bufete en Madrid en la cúspide de su carrera, pero un reportaje aparecido en Diario 16 sobre su intento de sobornar a una funcionaria acabó con su aventura madrileña, aunque luego volvería a instalarse en la capital.

Por mucho que se empeñe Ibarra, el triunfo, tal y como se entiende hoy, sigue estando en Madrid, que es donde se cuecen las grandes recalificaciones, las operaciones financieras importantes, las privatizaciones jugosas y los pelotazos de fuste. Y hacia Madrid miran los ambiciosos sin escrúpulos, que luego se hacen de izquierdas, de derechas o de ambas cosas, el caso es trincar.

Si triunfar se entiende como crear, tener calidad de vida, enriquecerse culturalmente, prosperar económicamente de manera pausada, pero segura... Entonces sí es verdad que no hace falta irse de Extremadura, una tierra donde es más fácil triunfar modesta y honradamente porque las recalificaciones son de poco fuste, los narcos son pobres camellos de tres al cuarto y el oficio de intermediario es tan cómodo que a veces basta con invitar a comer para cerrar una operación.