Cinco semanas después de las elecciones legislativas, Italia se asoma al abismo. Giorgio Napolitano , el presidente de la República, que se encuentra en el tramo final de su mandato, debe tomar una decisión, seguramente la más difícil de sus siete años como jefe del Estado, tras constatar el fracaso de Pierluigi Bersani , el líder de la izquierda y cabeza de lista de la coalición más votada, para formar Gobierno. Primero Bersani y después el propio Napolitano personalmente, en lo que ha sido una iniciativa poco frecuente, constataron la absoluta imposibilidad de un acuerdo con votos suficientes para dar vida a un Ejecutivo.

Silvio Berlusconi quiere un 'governissimo', un Gobierno de amplia coalición, incluso con el Partido Democrático de Bersani --habitualmente denostado por el magnate-- al frente. Este Gabinete permitiría a Berlusconi seguir en la escena política y mover los hilos para satisfacer su máxima aspiración, que es la presidencia de la República. En nombre de la necesidad de un cambio, el PD rechaza gobernar con él. Beppe Grillo solo quiere dar su voto a un Ejecutivo monocolor del Movimiento 5 Estrellas. Ante estas posiciones enconadas, Napolitano debe decidir, y para ello se ha tomado un momento de reflexión, lo que parece obligado dadas las circunstancias.

Sea cual sea la decisión del presidente para superar el vacío político en que está sumido el país, unas nuevas elecciones aparecen en el horizonte, y más pronto que tarde. Napolitano puede decidir la formación de un Gobierno institucional con una misión limitada a ejecutar dos o tres puntos clave. El primero sería sin duda la reforma de la ley electoral. La vigente, condenada por los partidos a excepción del de Berlusconi ya que beneficia a la derecha, es la que ha llevado a esta situación de bloqueo.

Italia era un país acostumbrado a largas negociaciones para la formación de Gobierno. Pero nunca como ahora la situación había sido tan dramática. La crisis económica reviste una enorme gravedad. Las previsiones del PIB para este año son negativas con respecto a las del 2012, que ya eran malas. La productividad está cayendo en picado, con multitud de empresas asfixiadas por la presión fiscal mientras el paro juvenil se dispara.

Girogio Napolitano ha tenido ya si viernes de pasión, y aunque presente ahora una solución imaginativa, no será una semana de gloria para él.