En diciembre de 1997, a raíz de ser imputado por el juez Garzón en el sumario de las cuentas de la Expo de Sevilla-92, Jacinto Pellón Díaz (Soto Iruz, Cantabria, 30-8-1935) se lamen- tó: "Ahora tengo que gastarme en abogados, durante tres o cuatro años, el dinero que tenía para prejubilarme porque, si no lo hago, resultará que soy culpable".

No han sido tres, sino siete años, siete, los que Pellón ha tenido que esperar para ver el caso archivado, al no probarse el pago de comisiones. Hace unos días, Pellón también fue exonerado por el Tribunal de Cuentas de presuntas irregularidades en el abono de pagas extraordinarias e indemnizaciones por despidos.

Ingeniero de Caminos en Dragados y Construcciones, Pellón fue nombrado en 1987 consejero delegado de la Expo. Cuatro años después, ya era el gran timonel: el presidente Manuel Olivencia no aguantó el empuje del hosco y expeditivo albañil (así llamaban a Pellón sus enemigos) que, sin contemplaciones, ordenaba acometer las obras, aunque no tuviera permiso municipal (el Ayuntamiento de Sevilla le declaró persona non grata en 1990). Siempre recibió el apoyo de Felipe González, antiguo compañero de clandestinidad en el PSOE y luego amigo de yate y mar. Felipe dijo de él: "Pellón es raro como un perro verde, pero rabiosamente honrado". O sea, metería la piqueta, pero no la mano.