PSOE y PP, Rubalcaba y Rajoy , han llegado a un acuerdo. Se trata de un documento de siete páginas que se presentará en el pleno del Congreso de los Diputados el próximo martes 25 de junio, en forma de proposición no de ley, para su debate (sic), con la intención de acudir con una posición común al Consejo Europeo de los días 27 y 28 de este mismo mes. Lo leo y no salgo de mi asombro. Que se pierde a chorros la credibilidad de la primera institución del Estado, el Rey, y de los dos grandes partidos que han sostenido el sistema democrático desde 1978, es un dato objetivo. Que las élites siempre han encontrado la manera de consensuar para autoperpetuarse es una lección que nos ofrece la Historia. Y que la ciudadanía suele conformarse con que le permitan malvivir aun a costa de que se mantengan los privilegios de otros, es algo también habitual en la historia de los pueblos. Eso es lo que podría estar ocurriendo en este país.

El acuerdo de siete páginas al que han llegado PP y PSOE es, primero, un engendro técnicamente, espantosamente redactado, con un lenguaje deliberadamente alejado del noventa por ciento de los ciudadanos y pensado para que nadie pase del tercer párrafo. Segundo, es tan evidente su carácter de brindis al sol, que es un insulto a la inteligencia pretender que pensemos que Alemania va a permitir que nada de eso llegue a buen puerto; pero claro, es que nadie nos ha explicado todavía que la UE ya no existe, que solo existe Alemania en un papel de árbitro de la economía europea. Y tercero, y lo que es más grave, el acuerdo certifica por escrito la intuición que una gran parte de la ciudadanía ha llamado PPSOE, es decir, un pacto tácito y permanente entre los dos grandes partidos para alternarse en el poder y que parezca que algo cambia para que todo siga igual.

CREO que PP y PSOE (sobre todo PSOE) se equivocan gravemente, por dos razones: la primera es que la ciudadanía ya posee suficiente cultura política para darse cuenta del objetivo no declarado del acuerdo, que es el sostenimiento mutuo de las élites; y segunda, que malinterpretan el deseo ciudadano de grandes acuerdos para salir del hoyo.

Ya he mencionado en alguna ocasión que España precisa de una segunda transición; si la primera fue un pacto entre élites franquistas y demócratas, la segunda debería ser un gran pacto cívico colectivo que seguramente tendría que partir de un nuevo proceso constituyente. Tanto si se eligiera ese camino como si fuera una vía intermedia menos ambiciosa, lo evidente es que debería contar con el consenso de toda la sociedad, que no es la sociedad de 1978. Deberían participar todos los partidos políticos y las fuerzas sociales clásicas (sindicatos y empresarios), pero también las bases de los partidos (que propiamente no existían en 1975) y los movimientos sociales. Y en esto es en lo que piensa la ciudadanía cuando piensa en grandes acuerdos, no en que se reúnan Rajoy y Rubalcaba y decidan por nosotros.

En este acuerdo, incluso estratégicamente, si el beneficio de la Casa Real puede ser nimio -acorralada por su descomposición interna y por la imagen de corrupción- y el del PP muy pequeño --sitiado por Gürtel y por el incumplimiento de su programa--, lo del PSOE resulta del todo incomprensible. La idea del PPSOE perjudica principalmente al partido de la oposición, su base social en absoluto comparte esta estrategia, no ha habido ni un atisbo de consulta con los militantes antes de este acercamiento y, lo que es más grave, es intelectualmente inaceptable para la izquierda que el PSOE pueda firmar un acuerdo con el PP en cuyo último párrafo se dice literalmente que "la UE debe impulsar el papel de los agentes sociales (...) proteger los derechos laborales y fomentar los servicios públicos como la sanidad y la educación de calidad".

¿Cómo se puede firmar eso con el partido que ha hecho la reforma laboral más dura para los trabajadores en este país, y que está desmantelando el Estado de bienestar? Como no creo que sean tan rematadamente torpes, solo cabe la otra opción, y es que el pacto solo sea una pieza más del juego de tronos en el que han convertido la política española mientras se supone que los súbditos debemos seguir sacrificando nuestro nivel de vida en beneficio de los bancos alemanes.