Lo peor que le puede pasar al movimiento del 15-M es que terminen perdiendo el apoyo de la opinión pública, de esos cientos de miles de ciudadanos que en toda España se han sentido solidarios con ellos e incluso han acudido a sus acampadas.

Y digo esto porque me temo que están a punto de perder ese apoyo.Porque siendo cierto que miles de ciudadanos están hartos de que los políticos parezcan en demasiadas ocasiones alejados de la realidad de la calle, es igualmente cierto que la inmensa mayoría de los ciudadanos defiende nuestro sistema. El sistema democrático donde hay elecciones y mecanismos de control a los poderes institucionales.

El movimiento del 15-M ha sido una llamada de atención, la expresión del hartazgo por el comportamiento de unos políticos alejados de la realidad y que han presentado en los últimos comicios a candidatos sobre los que pesaba la sombra de la corrupción. De la misma manera que en el movimiento del 15-M había un llamamiento de esos miles de jóvenes "sobradamente preparados" que no encuentran trabajo y que solo les queda emigrar. O los pensionistas indignados por la rebaja de sus pensiones. O miles de ciudadanos preocupados por el desmantelamiento paulatino del Estado del bienestar. Cada cual acudía a las concentraciones con su preocupación, su problema, su reivindicación, logrando un grito unánime que resonó con fuerza en los cuarteles generales de los partidos logrando asustarles.

Pero para que el movimiento del 15-M continúe teniendo fuerza no pueden gastar todos los cartuchos en una acampada perenne en las plazas de toda España. Los políticos ya saben que somos muchos los ciudadanos indignados y que por tanto podemos volver a la calle en cualquier momento, pero una asamblea permanente en las plazas termina perdiendo valor, pasa a ser parte del paisaje urbano, y sobre todo, por las molestias que provocan los acampados, terminan irritando incluso a quienes les apoyaron.

Yo solo puedo hablar de la Puerta del Sol, donde los primeros días los comerciantes mostraban simpatía por los indignados y había gente que llegaba de todas partes de la ciudad a expresarles su solidaridad. Hoy el campamento de la Puerta del Sol no es lo que era, y los propios acampados reconocen problemas de todo tipo, desde problemas de convivencia a problemas de seguridad.

Por eso, creo que el movimiento de los indignados debería de replantearse qué hacer a partir de ahora. En democracia hay que buscar cauces para que los motivos de indignación reciban respuesta. Ya se han puesto en marcha reuniones en los barrios, y esa, me parece a mí, es una buena forma de hacer llegar las reivindicaciones a los responsables políticos. Ahora, continuar con tiendas de campaña en el centro de una ciudad puede ser molesto para quienes pasan por allí, pero a la larga no servirá para que de verdad los poderes públicos se muevan y se den por enterados de la hartura de la sociedad. Es hora de canalizar esa indignación, esa energía generada en torno al 15M, de lo contrario caerán en el olvido.