En pocas semanas ha habido tres noticias sobre la banca española. Primero fue la entrada de dos inversores (mexicano y colombiano) en el Banc Sabadell, comprando participaciones minoritarias pero superiores a las de los accionistas tradicionales. Luego la compra de un paquete, también relevante, de un millonario mexicano en el Popular.

Por último, el FROB adjudicó más del 88% del nacionalizado NovaGalicia Banco (fruto de la fusión de las cajas gallegas) al venezolano Banesco, propiedad de la tercera fortuna de Venezuela. Banesco paga mil millones cuando el Estado ha puesto más de 8.000 millones, pero era la mejor oferta (los tres grandes españoles ofrecían menos y exigían garantías) y el Gobierno prefiere vender y desentenderse porque teme --no sin razón-- que un banco estatal carezca de la flexibilidad requerida para reinventarse.

Una causa de la irrupción latinoamericana es que las entidades españolas, muy castigadas por la crisis (los créditos en mora son el 13% del total) necesitan aumentar sus recursos propios. Pese a la crisis mundial, un grupo de países latinoaméricanos(Brasil,México, Perú,Colombia, Chile) han experimentado una modernización de sus instituciones políticas y un fuerte crecimiento que ha permitido una gran acumulación de capital. En Venezuela, el maná del petroleo tapa la inconsistencial institucional. Y las fortunas de la región creen que España es atractiva. Tanto por los lazos culturales como porque los activos (tras la crisis) están a buen precio y la perspectiva es al alza. Tampoco hay duda de que la corrección de algunos desequlibrios españoles (la balanza de pagos) y la consolidación del euro desde que en julio del 2012 Mario Draghi anunció que el BCE haría todo lo necesario (y que sería suficiente) para que la moneda única se mantuviera, ha acrecentado la confianza.

Por último el saneamiento bancario, básicamente a través del rescate europeo de 41.000 millones, y su satisfactoria finalización, hacen que la banca española --hace un año anatema para los inversores internacionales-- haya recuperado interés. Que los compraderos sean financieros sudamericanos es una prueba más de que el mundo está cambiando. Nueva York y Londres siguen siendo dos grandes capitales económicas, pero ahora también lo son Pekín, Nueva Delhi, México y Sao Paulo.