TQtué semana! Ahora Lázaro Carreter se nos va, y no es lo peor que se nos vaya, sino que no vuelve, porque se van según Shakespeare a un lugar ignorado del que ningún viajero vuelve. Lázaro ha sido un hombre providencial para el idioma, para la Academia Española de la Lengua, para la crítica teatral y para el teatro y, sobre todo, para quien firma estas palabras. Las críticas que me hiciera en su momento fueron imprescindibles para que yo siguiera ese camino amargo y difícil. Solamente leerlo era una fuente inagotable de energía. Hace algunos años, cuando escribía en La Gaceta Ilustrada y haciendo una crítica de una colección de teatro, todavía tenía valor para destacarme de toda una colección, que era un motivo más para morir abrasado por el teatro, o los encuentro con él allá por el año 76, cuando me decía: "A este paso ocupa usted, Mediero, toda la acera de la derecha de la Gran Vía". Fue su mejor etapa antes de su enfermedad degenerativa, que paraba con su inteligencia luminosa.

Todavía tuvo Lázaro tiempo y valor de proponerme para el Príncipe de Asturias, que son recuerdos que se guardan como oro en paño, y para mantener con él una larga saga epistolar, que no desvelo porque me llenó de tantos elogios que a mí mismo me da vergüenza prodigar.

Fue también un magnífico dramaturgo, que no se prodigó con su nombre, si no con seudónimo, como una obra que fue centenaria en Madrid, que llevaba el título de Verde manzana. Fue más, lo dio para los demás que para sí mismo, salvo los libros del Dardo en la palabra, fundamentales para darnos cuenta de nuestra incompetencia, que él trataba con exquisita sensibilidad. Fue una luz en una noche tan aciaga.

*Escritor