La situación actual de Venezuela escapa a la escasa dimensión de calificarla como «asunto político». Lo que está viviendo el país tropical es una catástrofe humanitaria. Punto. El deterioro de las condiciones de vida es tal que sólo podemos hablar de mera (y dura) lucha por la supervivencia. Y por mucho que nos aterre el reduccionismo de hablar de «buenos y malos», de responsabilidad inequívoca y señalable, caben pocas dudas que la suicida política económica de Maduro ha sido la que ha conducido al país a la actual situación. Límite, sí, sino intuyeramos recorrido para empeorar.

A nivel macroeconómico, el gobierno ha desperdiciado los enormes recursos del país (en especial, ser uno de los principales productores de petróleo) e iniciado, de forma inconsciente, un desmantelamiento de centros de producción en todo el país. Esto llevó a una carestía generalizada, alza de precios continua y, (sin capacidad importadora) a un absoluto desabastecimiento. Todo este proceso descrito funciona como perfecto manual para la generación de una hiperinflación desbocada.

En la última ocasión que pisé Caracas, el cambio del dólar en el mercado «negro» era de aproximadamente 110 bolívares por euro (lo que daba lugar a escenas tragicómicamente hilarantes como pagar una semana de hotel en montoncitos de billetes, como si fuera un peaje propio del monopoly). Ahora, ese tipo de cambio se sitúa en el entorno de los 80 o 85.000 bolívares. Ojo: en menos de cuatro años. No en vano, la previsión de inflación del FMI para este año es del ¡13.000 por ciento!

Este proceso inflacionario, de hecho, ha jugado un extraño papel en la emigración venezolana. Ha limitado la salida de grandes partes de la población, que si bien tiene capital o patrimonio, lo posee «traducido» en un bolívar que no tiene un valor real fuera de los cuatro (inventadas) paredes del cambio oficial. Generadores de riqueza para el país, ahora empobrecidos.

En el laberinto de la política fiscal venezolano, la solución planteada por Maduro se inscribe dentro de la categoría de «soluciones mágicas», tan caras a parte de la izquierda populista. El gobierno bolivariano ha reaccionado con la creación de una nueva moneda: el «petro». En medio de un colapso económico y con sanciones por parte de USA que limitan tanto la compra de bonos como de petróleo, la jugada suena a un «todo al negro». Color negro petróleo.

Maduro pretende que su «petro» recorra hasta el final el camino que las criptomonedas no han podido culminar. Porque es una creación virtual, que supuestamente estará respaldado por petróleo (el único recurso fungible del país). De hecho, se plantea que el lanzamiento primigenio se haga con la referencia de 60 dólares por «petro» (quizás en la idea, como sugería esta semana ‘Financial Times’, de unir psicológicamente la moneda al precio medio del barril).

Decía antes «supuestamente» con toda la intención. La «gran solución» nace en medio de informaciones confusas, sin una determinación real de precio y sin capacidad de uso más allá del explicado por el gobierno de Caracas (impuestos, compra de petróleo). Los inversores interesados se encuentran a la pregunta de cómo acceder al «petro» (para adquirir petróleo) y la respuesta es el dólar, verdadero cambio en el mercado de materias primas. Ese es el plan de Maduro: obtener la moneda de verdadero uso que necesita a través de la una puerta trasera (las criptomonedas) que sabe que será aplaudida por todos los que tienen intereses contrarios a Estados Unidos (o al capitalismo, por elevación).

Pero hay algo más: Venezuela ya tiene tatuada en toda su geografía letras chinas. Con la política económica irreflexiva del chavismo y post-chavismo, la huida del capital extranjero era una consecuencia más que previsible. China ha aprovechado el momento (y su enorme capacidad económica) para financiar y tomar posiciones claras en toda Latinoamérica; en especial, en una Venezuela donde redes ferroviarias, puertos y plataformas modales tienen su firma.

El lanzamiento del «petro» coincide con el anuncio de China del establecimiento de un mercado de futuros… sobre el petróleo. Y en el que, a diferencia de otros mercados en el país, solo se podrá operar en yuanes. China no necesitará el dólar en sus transacciones en petróleo. Está escrito con su propia letra.

*Abogado. Especialista en finanzas.