TEtste verano las bolsas de viaje van a pesar un poco más gracias al grosor de las lecturas de moda. El personal anda detrás de historias como El código Da Vinci , La sombra del viento y otros muchos títulos más que, con apariencia de perseguir no sé qué arcanos y trascendencias, nos meten un rollo seudopolicíaco con curas, órdenes secretas, pinturas y esculturas con escenas escondidas e investigadoras que acaban enamoradas de profesores sesudos. Yo lo llamo el efecto Harry Potter o el intento desde la literatura adulta de pegar un pelotazo editorial rebajando cosas como la calidad literaria, la originalidad de argumentos y las meninges de los lectores. Siempre ha existido la literatura de evasión. Siempre ha existido Vázquez Figueroa y J.J. Benítez . Uno no pretende que se llegue a la altura de Salgari o Verne pero, al menos, se debería recordar que para claves ocultas, misterios insondables y arcanos, tenemos muestras en páginas geniales de autores como Roa Bastos , García Márquez o Eduardo Mendoza . El problema es que nuestros paladares literarios están perdiendo el gusto por la cocina elaborada y reclaman una escritura tipo pizza o hamburguesa.

Si la cosa no tenía de por sí promociones y aupamientos, salen ahora unos contertulios con máscaras de severidad que debaten sobre estos libros en los que creen encontrar respuestas a cosas como la marginación de la mujer en la Iglesia católica o el fin del mundo para el año 2007. Cervantes (siempre Cervantes ) ya lo describió de manera genial cuando relaciona la lista de libros a quemar tras comprobarse que el cerebro de Don Quijote estaba igual que el de un niño después de verse todas las películas de Harry Potter seguidas.

*Dramaturgo