Yseguimos con la misma cantinela machacona gobierne quien gobierne, parcheando la ley anterior, agotando el baile de siglas y con el único fin de dejar el sello político ideológico en Educación y por desgracia en nuestros alumnos, abocados a vivir cual día de la marmota, cada cuatro años (y con suerte), una nueva ley que derogue la anterior. Fracaso tras fracaso, mejorable en muchos aspectos y lo peor, sin el consenso político necesario para dotar de perdurabilidad nuestro sistema educativo, y por tanto poder ser evaluado y corregido o mejorado, pero con realidades y necesidades educativas, no necesidades de gobierno, gobernabilidad o de sillones.

Por si no lo sabían, la intención de nuestra ministra Celaá, y por ende, el actual Gobierno, es por la vía rápida, tramitar parlamentariamente la reforma de la Ley de Educación que ya se filtró antes de las elecciones, la llamada «Ley Celaá» o «Lomloe», es decir, de momento, la reforma parcial elaborada incluso antes del acuerdo PSOE/Unidas Podemos y con posterioridad y presumiblemente por Reales Decretos modificar los flecos que queden.

No quieran pensar que defiendo la LOMCE, o que me disgusta la reforma que está por venir, que en algunos aspectos sí y en otros se queda coja, no, no tiene nada que ver con eso; de hecho, la desaparición de los estántadares de aprendizaje será un alivio para muchos docentes. Se trata de que esta nueva Ley vuelve a nacer sin consenso y sin acuerdo político, lo que significa que tiene sus días contados, sin contar directamente con el profesorado ni la comunidad educativa, lo que dificultará su implementación en los centros escolares y lo más doloso para el éxito educativo, siendo el alumno el medio y no el fin.

Los cambios ya fueron presentados y que grosso modo son la eliminación de los estándares de aprendizaje, potenciar el desarrollo y la investigación curricular, potenciar la autonomía de los centros, volver al 65 y 55 por ciento de la autonomía curricular para las comunidades, volver a los ciclos en Primaria, una posible ampliación del Bachillerato, suprimir los itinerarios curriculares de la ESO para volver a los programas de diversificación curricular, nuevas asignaturas, inclusión transversal de valores, algunos de ellos, que traen, como el pin parental, o traerán cola, la Religión, la Concertada, la Privada, y algunos aspectos más que tendrán que ser abordados más adelante.

Seguramente la derogación de la LOMCE pudiera ser necesaria, pero lo que no se puede, después de que más de uno se rasgara las vestiduras exigiendo un Pacto Educativo en Educación ajeno a los vaivenes políticos, y a primeras de cambio hacer lo contrario.

En fin, la LOMCE ha muerto, viva la Lomloe, y preparen sitio para Lemolo, que ya más siglas no quedan, eso o la Ley Melón.

*Maestro.