LLos trenes de alta velocidad, que Renfe comercializa con la marca AVE, han revolucionado el transporte de pasajeros en España. Especialmente lo han hecho en el corredor entre Barcelona y Madrid, en el que han desplazado en pocos años al avión como medio de transporte para los viajes de empresa, aquellos en los que el usuario no paga directamente y en los que la eficiencia y la fiabilidad tienen un peso mayor que el precio. De manera que este corredor no ha entrado, ni en tren ni en avión, en el mercado de las compañías low cost. Hasta este momento era imposible encontrar billetes a bajo precio para desplazarse entre las dos principales ciudades españolas. Pero Renfe, amenazada por la irrupción de la competencia durante los dos próximos años, ha decidido jugar la carta de los precios bajos y a partir de la próxima primavera plantea billetes de entre 10 y 60 euros por trayecto con menos prestaciones que las que ofrece en los servicios convencionales y que comercializará con la marca AVLO.

El proyecto es una buena noticia para los usuarios y abre enormes posibilidades para el turismo interior, para los intercambios culturales y para los paquetes turísticos para extranjeros. Lástima que esta iniciativa, que supone una segunda fase para la alta velocidad española, quede lejos para regiones como Extremadura, donde aún está pendiente siquiera sumarse a este modelo de transporte ferroviario. En la España de primera y de segunda división, donde la despoblación ya es un problema, este tipo de iniciativas son las que hacen que se marque la diferencia de una manera más acuciada.