No entiendo por qué tanta gente, hemos leído y oído recientemente en prensa y televisión, se ha rasgado las vestiduras por la idea que compartió, no hace más de dos semanas, el grupo municipal de Unidas Podemos en el Ayuntamiento de Collado Villalba. Decían que no se comiera carne los lunes en todo el Municipio, y que para que los vecinos no se sintieran tentados de hacerlo, que los restaurantes y carnicerías ubicados en los espacios públicos municipales se abstuvieran de ofrecerlo a sus clientes.

A mí, más que escandalizarme la idea, me transportó en el tiempo a varios años atrás, cuando teníamos que preparar en casa el menú diario para nuestros hijos. Resultaba una tarea ardua y bastante complicada porque, si querías preparar unas lentejas con chorizo para el lunes, tenías que saber que no era conveniente aderezar unas alubias con oreja al día siguiente, por la cosa de que repetías legumbres, conque sería mejor para el martes unos macarrones con tomate, dejar las alubias para el miércoles y repetir pasta, pero en forma de espagueti, para el jueves.

El cocido siempre lo dejábamos para el viernes, porque los chicos tenían clase de Educación Física y llegaban a casa con tal hambre canina que se comían la sopa, los garbanzos con el repollo, el tocino, la carne, el pollo y la morcilla sin apenas darle tiempo ni oportunidad a todos estos ingredientes a asentarse en el plato.

El sábado, por considerarlo casi fiesta, preparábamos una ensaladilla rusa y filetes rusos. Nuestra hija mayor, que apenas contaba ocho añitos, solía decir, con no poca dosis de sorna, que los sábados en nuestra casa eran comunistas, porque casi todo era ruso, incluso el cubata de vodka con unas gotas de naranja con el que dejaba mojar mi garganta cuando comenzaba a caer la tarde, con un buen libro en las manos, recostado en el balancín de la cocina.

Los domingos, recuerdo, era el día del pollo al ajillo en honor a mi madre que lo preparaba de manera magistral. Además de por el enorme calendario de la Caja Rural que presidía nuestra cocina, en casa sabíamos que era domingo por el olor que inundaba la casa cuando se estrellaban los trozos de pollo, debidamente aderezados con ajo, perejil y sal, contra el purísimo aceite de oliva en la sartén.

Luego, para las cenas de la semana, que siempre eran más livianas, por ese dicho que nos refería mi padre con frecuencia que decía que “los desayunos deberían ser de reyes, las comidas de príncipes y las cenas de mendigos”, se llenaban de pescados, ensaladas, verduras y frutas. También, recuerdo, se dejaba caer aquello de que “de grandes cenas están las sepulturas llenas”, para recordarnos que no es conveniente atiborrarse a comer antes de irse a dormir.

Diaria y afortunadamente, los desayunos, con el nuevo invento de los cereales y huevos ecológicos, la leche sin lactosa, la fruta sin fructosa, los yogures desnatados, la mantequilla sin sal, el sueño que tenían y la prisa que teníamos por la mañana para salir pitando al cole, se llevaban bastante bien.

Por eso, la ocurrencia del grupo municipal de Unidas Podemos de Collado Villalba, en lugar de molestarme, me ha inundado de magníficos recuerdos. Debo decir que, aunque grata, no era tarea fácil preparar los menús, por eso, es extraordinario y muy útil que los concejales del Ayuntamiento se decidan ahora a preparárnoslos. Han comenzado con los Lunes sin carne, pero podían no parar ahí y seguir, y preparar, en su lugar, unas exquisitas perdices estofadas al modo Alcántara, y dejar la carne para el martes, con un buen Chuletón de Ávila, asado a la piedra. Y para el miércoles, unas sopas de…y así seguir para toda la semana, y publicarlo, después, para que lo leyeran todos los vecinos, en el tablón municipal del Ayuntamiento