Si, como es mi caso, sus Majestades los Reyes de Oriente no han sido todo lo generosos que les hubiera gustado, no deben preocuparse porque, en mayo, ustedes y yo tendremos lo que podríamos llamar la segunda vuelta de esa noche mágica. Bueno, quizás a partir de ya mismo. Con las elecciones autonómicas y municipales a la vuelta de la esquina, ha llegado el momento de pedir a boca llena; sin reparar en gastos, pues los candidatos (todos sin excepción) nos dirán que están dispuestos a satisfacer hasta nuestros deseos más recónditos. Los irrealizables incluso.

Pasando de lo individual a lo colectivo, apostaría a que todos los candidatos sin excepción nos ofrecerán un tren digno para Extremadura, como ya han hecho en convocatorias electorales anteriores. Pese a tales promesas, incumplidas, estos últimos tiempos he tenido la sensación de que los extremeños, en este tema, hemos retrocedido varias décadas. Lo digo porque, cuando el tren se quedó parado en medio de la nada estas navidades, me vino a la mente que, hace unos 50 años, me pasé no menos de doce horas dentro de un viejo convoy cerca de Valdepeñas. Si no recuerdo mal, aquel viaje duró casi 24 horas.

A partir de ahora, unos y otros nos pedirán que no desesperemos, pues cuando ellos (los que sean) ganen las elecciones pondrán a nuestra disposición ese tren digno tan necesario. Más aún, un AVE de última generación que, además de ser más rápido que el viento, pare en todas las estaciones. Eso sí, ningún candidato se molestará en explicarnos dos detalles «sin importancia»: De dónde saldrá el presupuesto para financiar esas obras tan necesarias, y caras; y si quienes aspiran a salir elegidos tienen las competencias para hacerlas posible. Claro está que los Reyes, por ser magos unos y estar en campaña otros, no tienen por qué darnos explicaciones sobre esas minucias.

También es verdad que cuando los elegidos se topen con la realidad, siempre tan tozuda, nos convocarán a grandes manifestaciones para que «quien corresponda» haga realidad las promesas que ellos nos hicieron en campaña. El papel, y los mítines, aguantan lo que les echen, por no citar el refrán que dice que «todo es prometer hasta…», o algo así, porque una cosa es prometer y otra, dar trigo.

Sin duda, en estos próximos meses vamos a asistir a una especie de subasta para ver quién nos promete más y mejores cosas, aunque me temo que, en esta ocasión, la mayoría de candidatos se decantarán por la brocha gorda a la hora de proponer soluciones lo más simples posible para problemas muy complejos. A mí, como decía un colega, «me dan mucho miedo quienes dicen que arreglan todos los problemas en tres patás». Sobre todo, porque ahora hay muchos que dicen eso, y más aún que les votan sin pararse a pensar si podrán hacerlo.

Sin conocer las estrategias de cada candidatura, estoy convencido de que en la campaña se hablará más de Cataluña que de los problemas reales de los extremeños, por más que quienes salgan elegidos, para dirigir Extremadura, sus pueblos y ciudades, no tengan capacidad para arreglar la situación catalana. Además, contagiados por la nueva ola política, más de uno prometerá erradicar por completo el paro en nuestra Región o, dicho de otro modo, «recuperar para nosotros los que nos roban los inmigrantes». Por supuesto, no faltarán quienes prometan proteger la caza, la Semana Santa y los toros, que no corren peligro; al menos que yo sepa.

Por último, nos prometerán bajar los impuestos e invertirán mucho más que ahora para hacernos la vida más fácil. Es decir, la cuadratura del círculo que solo es posible si nos la ofrecen los Reyes Magos que, en estos próximos meses, serán sustituidos por los candidatos. Dicho lo cual, que cada uno vote a quien le dé la gana, con independencia de si le conviene o no la opción elegida.