No es un drama como el del paro ni como el número de empresas que han presentado expedientes de regulación de empleo o el de procedimientos de embargo, pero que baje la natalidad y el número de casamientos es un indicador de que la sociedad no tiene demasiadas expectativas de (buen) futuro.

Uno de los problemas estructurales de Extremadura es que tiene pocos habitantes (no llega al 1,1 millones) y, además, dispersos y envejecidos. El aumento de la natalidad por encima de la media --y con el aumento de la natalidad va aparejado el de los matrimonios, porque los extremeños todavía se casan para formar una familia-- es una condición indispensable para que esta tierra pueda dar un salto cualitativo de progreso.

Los datos del INE correspondientes al 2009 indican que ese salto tendrá que esperar tiempos mejores. Porque el número de nacimientos bajó un 4% ese año en relación al anterior, y porque la tasa de natalidad sigue estando entre las más bajas del país, debido en buena parte a que en Extremadura no hay población inmigrante suficiente para que dé empuje a los nacimientos. La bajada en el número de casamientos (321 menos que en 2008), pone la guinda al pastel de la amarga evolución demográfica de la región.