Tal como pretendían todos sus protagonistas, el relevo en la alcaldía de Marbella ha ido acompañado de los elementos más genuinos de la confusión entre interés público y simple cotilleo. Julián Muñoz --un don nadie que secundó todas las tropelías que Jesús Gil perpetró en Marbella desde su primera elección como alcalde en 1991-- pierde la alcaldía que obtuvo por mayoría absoluta el pasado 25 de mayo frente a una coalición que atufa a componenda con los manejos que desde hace demasiado tiempo se le toleran a Gil.

Si un convicto como Gil sigue demostrando su capacidad de mofarse de todos los poderes del Estado, lo que debería preocupar de Marbella no es la retransmisión en directo de su pleno municipal como si fuera un party veraniego más, sino la secuela que deja. Tres ediles expulsados del PSOE y tres del Partido Andalucista han propiciado el relevo de la alcaldía, sin que se detuviera la mascarada. Y el PP, que se ha mantenido al margen, cosecha los réditos que le deja este nuevo capítulo de tránsfugas socialistas. Con este panorama, la petición de que en Marbella se convoquen nuevas elecciones quizá no sea descabellada. Partidos y administraciones deberán demostrar mucho celo en este proceso.