Todo el mundo conoce esa frase de «un pequeño paso para un hombre, un salto para la Humanidad». El astronauta Neil Armstrong, que no dejaba nada al azar, tenía ese adagio pensado mucho antes de ser el primer ser humano en poner el pie en la Luna. Se cumplen estos días 50 años de aquella gesta y curiosamente en esta era interconectada arrecia el discurso de quienes piensan que jamás se llegó al satélite. Youtube parece el culpable de que esta falsa creencia se extienda como una mancha de aceite entre un público crédulo y desinformado.

La carrera espacial a finales de los sesenta era una guerra incruenta entre los dos ejes resultantes de la segunda guerra mundial. Y los soviéticos iban ganando. Eso sí, algunos de sus cosmonautas perdieron la vida en misiones de las que nunca se sabrá nada. Todo apuntaba a que los rusos acabarían ganando de no suceder un milagro. Pero los Estados Unidos pusieron a su élite militar e industrial a trabajar. Por cierto, que la tecnología que emplearon entonces nos parecería ahora de risa: ordenadores con capacidades similares a un Spectrum y cámaras analógicas con carrete de película.

Actualmente, el presidente Trump habla de regresar a la Luna, resucitando el proyecto Apolo. Y también a Marte, planeta que el magnate sitúa cerca de su órbita. Al margen del desconocimiento del que hace gala sin vergüenza, volver a la Luna no tiene actualmente el tirón mediático de entonces. Además, el programa espacial ruso quedó tocado tras la caída del régimen soviético y las naves Soyuz fallan o están antiguas. Y en el bando capitalista, a la Nasa le están saliendo competidores desde la iniciativa privada como Elon Musk, capaz de enviar coches al espacio. Veremos en qué acaba todo esto. Lo que es cierto es que Marte tiene todas las papeletas para ser el próximo objetivo de la humanidad. Terraformar el planeta daría una gran esperanza a los habitantes de la Tierra. Refrán: Más sabe quien mucho anda que quien mucho vive.

* Periodista