Por si no lo sabían, Peter Tabichi ha ganado el famoso Global Teacher Prize, conocido como el Nobel de Educación, o mejor Maestro del Mundo de 2019, y dotado con un millón de dólares.

El profesor keniata de Matemáticas y Física, que ejerce en Kenia, no en un gran suburbio, da clases de secundaria en un remoto lugar del valle del Rift condenado a la pobreza. Tabichi, que además de profesor es franciscano, dona el 80% de su salario a ayudar a sus alumnos. Según los medios, pasa fines de semana inculcando a las familias la necesidad de seguir en la escuela, especialmente a las chicas, destinadas a casarse precozmente o a enseñar cómo cultivar eficazmente.

Pero Tabichi no creo haya llegado aquí sólo por su condición de franciscano altruista con 36 años, sus alumnos han ganado una competición nacional de Ciencias y el equipo de matemáticas consiguió clasificarse para un torneo científico en Estados Unidos. Tabichi, dada su condición franciscana, podrá donar todo lo que quiera, que no por eso se es mejor o peor profesor o maestro, y creer en lo que quiera y predicar lo que quiera, que no por eso se es mejor o peor profesor o maestro, pero sí se es mejor cuando sin medios y en un contexto socioeconómico y cultural adverso, tus alumnos se sobreponen a las adversidades y luchan y compiten en igualdad porque su profesor o maestro, no sólo les ha dado los conocimientos o los materiales, básicos en este caso, les ha dado la docencia necesaria, el apoyo, la confianza, el reconocimiento, la esperanza y sobre todo el fin que sustenta la escuela pública, la fe en uno mismo a pesar del lugar, la raza, la creencia o el sexo, la igualdad de oportunidades provengas de donde provengas.

Por más que leo y me documento sobre el tema, dejo atrás los comentarios despectivos sobre la religión de Tabichi, o su generosidad a favor de sus alumnos como condicionante para tan preciado galardón, y más me refuerza pensar que el premio otorgado es un premio en realidad a todos y a todas los docentes de la escuela pública que día a día intentamos que nuestros alumnos de cualquier condición, barrio, estudios y situaciones puedan sacar lo mejor de sí mismos.

Tabichi hay uno, y mi enhorabuena y reconocimiento, pero igualmente mi reconocimiento a todos aquellos que en nuestra escuela pública y rural luchan día a día, en contextos difíciles y a veces complicado para que «todos» saquen lo máximo de sí mismos, como los alumnos de Tabichi.

Mi más sincera enhorabuena por lo que representas, y mi más sincera enhorabuena por la valentía de habérsete otorgado el premio.