La memoria: ¿qué sería de nosotros sin memoria? Algunos, ante el intento de otros de recuperarla para restaurar su dignidad y hacer justicia, son capaces incluso de tergiversar la historia: estas personas, las que solo quieren recordar si el pasado es reinventado, estarán condenadas a repetir los mismos errores porque no habrán aprendido nada. La negación de hechos históricos despreciables surgidos de golpes militares perpetrados contra Estados democráticos y constitucionales, como los acontecidos en Chile o en nuestro propio país, son el fruto de esa amnesia selectiva practicada desde determinados medios de comunicación y sectores sociales que ensalzan, aún hoy, unos valores, unos principios y unas actuaciones injustificables que nada tienen que ver con la democracia de la que disfrutan pero que tan poco parecen apreciar y respetar. La guerra civil no solo trajo consigo muerte, destrucción y miseria, sino una dictadura que permaneció en el poder cuatro décadas: durante 40 años solo existió injusticia, una dignidad y una memoria, la de los vencedores y sus caídos; durante 40 años los vencidos sufrieron el exilio, la represión, las torturas, las desapariciones y los fusilamientos tras juicios sumarísimos: para estos hombres, mujeres y niños no existieron ni la justicia, ni la dignidad ni la memoria. Hoy, 30 años después, sigue habiendo quien no entiende que la generosidad de perdonar no implica olvidar, que recordar, reparar y devolver la dignidad, a través de la memoria, también son una forma de hacer justicia sin juzgar y castigar a los que, durante tanto tiempo, fueron partícipes de una dictadura llena de represión, tortura, persecución y muerte.

Llevar a cabo un ejercicio de memoria con el fin de reconocer públicamente las injusticias sufridas, de anular sentencias que han sido el fruto de juicios sin garantías y recuperar los cuerpos de los desaparecidos no debería ser motivo de ningún tipo de confrontación política o verse como un ataque al consenso y al espíritu de la transición democrática de 1978. La democracia y nuestra libertad tienen una deuda con aquellos que murieron por creer en ellas, por defenderlas: después de 30 años, va siendo hora de devolverla, aunque solo sea a través de la memoria.

Alberto Ríos Mosteiro **

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