Periodista

Desde Madrid siempre se ha mirado a la periferia gallega y extremeña con afán pintoresquista. ¡Qué salados los campesinos extremeños, tan serviciales y atentos! ¡Qué curiosos los pescadores gallegos, tan hospitalarios, tan retorcidos y con ese acento! De Madrid se viene a Extremadura a cazar, a pasar unos días en la finca de fulano y a comer jamón. A Galicia se va a navegar en el yate de Pocholo por la ría de Bayona, a ver paisajes y a comer marisco.

En política, la visión de Madrid es la que cuenta y en el caso de Galicia y de Extremadura se dan dos condiciones contradictorias, pero equivalentes. En una región gana siempre el PP y en la otra, el PSOE con lo cual, ambas se ven abocadas al ninguneo. Si gobiernan unos, piensan que para qué se van a esforzar aquí, si van a ganar igual; ni allí, donde van a perder igual. Si gobiernan los otros, sucede lo mismo, pero al revés.

Dos sucesos de estas últimas semanas están demostrando ese desprecio de Madrid hacia estas dos regiones tan disímiles y semejantes a la vez. Primer caso: el PER. Desde Madrid, esa prestación se entiende como la sopa boba del vago y por más que se les explique que no es así y lo que de verdad significa aquí, no van a cambiar de idea ni lo van a entender porque les da lo mismo. Además, ¿para qué sirve el PER si en Madrid no hay jornaleros? En Madrid, los pueblos extremeños son puro pintoresquismo, un cuadro campestre habitado por personajes al óleo que son perezosos hasta ideológicamente: no cambian su voto ni a la de tres.

Segundo caso: el hundimiento del Prestige . Para Madrid, el mar es sólo una diversión veraniega y un decorado de película de Garci. Pero eso no es de ahora, sino de siempre. En la historia del mundo, los imperios marítimos siempre han vencido a los imperios terrestres excepto en el caso de España, que es un imperio marítimo gobernado con mentalidad terrestre madrileña. Los portugueses acabaron independizándose de España porque Madrid pasaba de sus intereses marítimos y desde entonces, en cuestiones oceánicas no se fían de nosotros. Por eso colocaron una fragata frente al Prestige y avisaron taxativos: "De aquí no pasa". Pero esto no se cuenta en la prensa madrileña.

Sólo con esa mentalidad de secano se puede entender que no haya en España ningún barco especializado en tragedias marítimas contaminantes cuando de las 12 más graves producidas en el mundo en los últimos 30 años, siete sucedieron en Galicia (Policommander (1972), Urquiola, Andros Patria, Casón, Erkovitz, Mar Egeo y Prestige ) mientras gobernaban Franco, Suárez, Felipe y Aznar. Francia tiene cinco buques anticontaminación e Italia 20 pequeños barcos especializados. Aquí, nada de nada. ¿Para qué, si en Madrid no hay mar?

Eso sí, entre Galicia y Extremadura hay una sutil diferencia: allí, el Estado parece no existir, Fraga se dedica a cazar perdices y a disertar sobre las boticas monásticas y crece una república paralela liderada por el escritor Manolo Rivas. Aquí, Rodríguez Ibarra no se va de pesca si se quema un hospital, los ministros visitan a Baselga y el Estado se nota más.