Seguramente cada ser humano tenga en su mente su mundo ideal. Imagino cómo imaginará su mundo ideal un centroafricano que vive en la precariedad. Ese ser al que quizá no le llegue la electricidad, ni el agua a su vivienda, y cocine sirviéndose de las vivas brasas de una cocina de leña. Puede que ni siquiera tenga acceso a la televisión, ni a la radio, y menos a periódico alguno; y por lo tanto apenas esté informado de lo que ocurre en el mundo. Aunque quizá sea feliz al estar indocumentado. El desconocimiento te puede convertir en víctima de la malintencionada sabiduría ajena, pero por otro te evita caer en crisis emocionales que te hacen sufrir al saber de las miserias ajenas. Valga la frase de Gabriel García Márquez: ´Cuando yo era feliz y indocumentado´. O incluso el refrán ´Ojos que no ven corazón que no padece´. Como digo, quizá ese africano sólo necesite para ser feliz que la lluvia sea más generosa y así no le falte una buena cosecha cada año y alimento para su ganado.

Pongamos ahora a un europeo dueño de una vivienda con todo tipo de electrodomésticos, de un coche con el que desplazarse por calles bien iluminadas y anchas autovías, excelentemente comunicado a través de su teléfono móvil y documentado gracias a su tele plasma, su prensa diaria, su conexión a internet o su nuevo receptor de radio con mp4. Para este hombre seguramente su mundo sería ideal si no existiera la contaminación que provoca que el aire de algunas ciudades sea irrespirable, si no existieran esas centrales nucleares que generan tanta energía a cambio de su amenaza atómica, sin tanta basura tecnológica desechada. Este europeo se ha creado un estado del bienestar que no es perfecto porque mantenerlo requiere ingente consumo de energía. Este europeo comienza a plantearse la prescindencia de las centrales nucleares, principales generadoras de la energía consumida. Cabe preguntarse si este europeo estaría dispuesto a renunciar a su colección de artilugios mecánicos y tecnológicos, y aceptar ese mundo ideal imaginado por el centroafricano.