Israel no sólo está al margen de la legalidad internacional, sino que hace ostentación de ello. Horas después de que la Asamblea General de la ONU condenase el muro de separación en territorio palestino, el Gobierno israelí reiteraba que las obras no se detendrán y el Ejército proseguía sus matanzas en Gaza y Cisjordania. Al mismo tiempo, el ministro de Seguridad se presentaba en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén con la misma actitud arrogante con que hace tres años Ariel Sharon provocó el arranque de la segunda Intifada. Y el portavoz del Gobierno añadió una obviedad: Israel mantendrá el desafío mientras cuente con la protección de EEUU.

Nadie niega a Israel el derecho a la legítima defensa. Pero es improbable que el muro de la venganza impida los atentados. En cambio, es patente que se construye en territorio palestino, que prejuzga las fronteras y que obedece a la xenofobia. Sólo queda por saber hasta cuándo avalarán los electores israelís esta política agresiva, y hasta cuándo EEUU respaldará una actitud que de hecho multiplica el odio árabe y genera nuevas respuestas terroristas en todo tipo de escenarios. Recordemos que el muro de Berlín parecía eterno 24 horas antes de su derrumbe.