Dramaturgo

Dicen que hay pocos niños (eso es que no han visto mi portal un viernes por la tarde) y que España necesita estimular la natalidad. Nada que objetar, porque además de escribir paridas, uno es maestro de profesión y sin niños me busco el paro. Pero me gustaría indicar a los que van a estimular la natalidad ésa, que reprendan a Mar Flores por su frase: "Ya se sabe que un niño, cuando nace, trae un brazo debajo del pan". Todos sabemos que la famosa nada en la abundancia y que los niños en su entorno de clase vip traen un pan enorme bajo el que caben sus brazos, sus piernas y hasta sus acciones. Los niños que espera esta España de clase media nacen con un pan bajo el brazo y teniendo en cuenta el tamaño del sobaquillo de un recién nacido, más que pan lo que traen es un papo seco de los llamados pulgas. He ahí el problema, el tamaño del pan, porque traer un hijo al mundo no es sólo un estímulo, sino un gasto para muchas familias a las que no les cabe el brazo del niño bajo el asquito de pan que les dan a la hora de parir.

El pan estimulante deberá estar condimentado con una levadura en la que entre la gratuidad de la educación, las ayudas a las madres, la incorporación de los padres al cuidado de sus hijos en las mismas condiciones que las madres, la transformación de nuestros pueblos y ciudades en lugares menos hostiles para la infancia, etcétera.

Con los estimulantes hay que tener cuidado. Su abuso puede producir efectos nocivos y como ocurre con muchos de ellos (desde el alcohol a las drogas de diseño) el paraíso que prometen suele ser un tormento. No es cosa de llenar las calles de niños y luego producir videoconsolas a toda marcha para acabar con ellos.