Estos días se ha puesto de moda proclamar lo terrible que es la sociedad europea y lo avergonzados que tenemos que estar de ser lo que somos. La situación de los refugiados es compleja y, ciertamente, se pueden hacer muchas críticas sobre cómo ha reaccionado la UE, pero de ahí a pensar que tenemos que avergonzarnos por ser europeos me parece todo un sinsentido. Primero, si hay tantos refugiados que aun estando en países estables como Turquía y Grecia quieren llegar a la Europa central y del norte es porque esa es la zona más avanzada en materia de derechos sociales, laborales, etcétera. Por muy mal que se haya reaccionado, preguntémonos por qué esa gente está abandonando sus países para enfrentar largas y peligrosas travesías hasta Europa: porque sus sociedades no han sido capaces de establecer estados modernos y progresistas que les brinden los derechos y las seguridades que sí pueden ofrecerles otros. Decir estas cosas hoy en día es políticamente incorrecto, lo que no entiendo. Para mí no deja de ser motivo de orgullo que tanta gente quiera venir, pues es la prueba de que Europa ha pasado en menos de cien años de ser un continente de guerras incesables, monarquías absolutas y dictaduras fascistas a ser un cúmulo de naciones con una gran calidad de vida. Pero eso no ha caído del cielo, ha sido fruto de las sociedades europeas, que con mucho esfuerzo han conseguido convertir sus países en portentos de democracia y derechos civiles. No entiendo por qué a ninguna otra cultura excepto a la europea se le exige un respeto al multiculturalismo, ni se le incita tanto a despreciar su propia cultura como ocurre aquí. Para algunos, todas las culturas son mejores que la europea, pero a mí no me avergüenza decir que estoy muy orgulloso de Europa y de lo que los países europeos han alcanzado en poco más de medio siglo, y no dejaré de pensar eso por una situación aislada y excepcional ante la cual no hemos sabido reaccionar debidamente.