WEwl bochorno por el disfraz elegido por el príncipe Enrique de Inglaterra para una fiesta está más que justificado. Lo que ha hecho el segundo hijo de Carlos y Diana es estúpido en sí mismo. Pero supone un inmenso despropósito añadido si se valora la herida que tiene abierta Gran Bretaña desde los bombardeos del Tercer Reich sobre sus ciudades. Bromear con la esvástica va mas allá de los anteriores escándalos protagonizados por diversos miembros de la familia real inglesa.

Sería injusto callar que lo de Enrique es un reflejo del comportamiento de muchos jóvenes occidentales. De su olvido de la historia y de su nefasta tendencia a eludir sus compromisos con la sociedad que les permite vivir en un estado de privilegio comparado con el de otras personas que simplemente tienen la mala suerte de haber nacido en según qué países o que padecen guerras o injusticias.

El error del príncipe, tercero en la línea de sucesión, le acompañará mientras viva. La foto con la esvástica se reproducirá miles de veces. Habrá quien critique que los medios la utilicen de forma reiterada, pero otros lo verán como justa contrapartida a su falta de sensibilidad y a no haber sabido aprender que hay cosas serias en la vida.