No voy a hablar de Teresa de Avila, ni de sor Juana Inés de la Cruz, Teresa de Calcuta o la monja Egeria..., ni, ni tampoco de nuestra paisana, de Robledillo de la Vera, Matilde Téllez. Quiero hablar de esa rosa envasada que nos lanzó a la vida y nos cuidó como al capullo más hermoso de su rosal, diciendo un no a la violencia de sexo , al abuso de menores... Y un a la mujer que cada día brinda su perfume y su belleza, llenando de alegría hogares y hospitales con su ternura, la gracia de su sonrisa, sus formas y tantas cosas. Me asombran cuando las veo llevar pesadas cargas con amor y alegría. Sonríen cuando quieren gritar. Cantan cuando quieren llorar. Lloran cuando están felices y ríen cuando están nerviosas. Pelean por lo que creen. Se sublevan contra la injusticia. No aceptan un no por respuesta cuando creen que existe una solución mejor. Se les rompe el corazón ante el amigo que muere. Sufren cuando pierden a algún miembro de la familia; pero son fuertes cuando no hay de dónde sacar fuerzas. Así son ellas, de todos los colores y formas. Manejan, vuelan, caminan... Hacen mucho más que dar a luz. El corazón de las mujeres es lo que hace girar al mundo. Ellas traen alegría y esperanza, compasión e ideales y tienen un montón de cosas para dar y decir a esta sociedad enferma. ¡Sí, el corazón de la mujer es asombroso! No más palo, ni marginaciones a las que son bálsamo de amor ante el dolor y expresión sublime de la creación.