¿Por qué le llaman plan de desescalada? Un plan es algo pensado, en el que se han evaluado seriamente las consecuencias de una acción y de la contraria, algo en definitiva que nos asegure el éxito de la actuación, en este caso, pública; lo que ha comunicado el Gobierno de Sánchez en un documento con tres anexos es una improvisación porque no se han hecho test masivos a la población, y esto debería ser la primera fase en un verdadero plan de desescalada.

Sin embargo, empiezan por establecer unas fases, de pocos días cada una, en las que saldremos a la calle sin saber si estamos contagiados y somos propagadores del virus. Para muestra, valga el ejemplo de una residencia de mayores de Cáceres, donde los familiares han pagado los test para que se realizaran a todos los residentes; el resultado ha sido que el 95% de ellos han dado positivo, pero son asintomáticos.

Esas fases tampoco gustan ni a empresarios ni a muchas comunidades autónomas y por ello, sólo un día después, el Gobierno ha rectificado y ya está dispuesto a «matizar» esa desescalada para que sea distinta. Lo de siempre, ante la incertidumbre que genera este proceso, vuelven a ofrecernos rectificaciones que minan la confianza de los ciudadanos en sus decisiones.

Lo que en realidad hace el Gobierno, ante su incapacidad de determinar los contagiados porque no nos hacen test, no es otra cosa que dejarnos a los ciudadanos la responsabilidad total de la evolución de la covid-19. Tengan la seguridad de que, si hay repuntes, esperemos que no, la culpa será de la «irresponsabilidad de ciertos ciudadanos», pero del Gobierno de Sánchez, no, ya verán. Los reproches serán para la ciudadanía, pero la realidad es que en España solo se hacen 22 test por cada mil habitantes y con estas cifras no se puede asegurar el éxito de este proceso improvisado.

Y como guinda del pastel, un nuevo producto de marketing: el objetivo a alcanzar es «La nueva normalidad»; como si de un prometedor futuro se tratara, nos revisten de positivismo el tiempo que llegará cuando hayamos superado todas las fases. No es más que un mal anuncio publicitario donde nos venden que alcanzaremos algo nuevo, frente a lo caduco, lo viejo. La normalidad no necesita adjetivos, es normal porque es lo que todos hacemos, conocemos, vivimos y no es lo que vamos a hacer cuando podamos salir.

Las cosas hay que llamarlas por su nombre, no necesitamos subterfugios que escondan, otra vez, la gravedad de la situación que hemos vivido y que no sabemos cuánto tiempo se quedará entre nosotros. La normalidad la alcanzaremos cuando haya una vacuna o un medicamento que nos asegure protección. Lo demás es querer engañarnos con consignas publicitarias.

*Ingeniero técnico agrícola y

diputada del PP.