TLtos alumnos de la Universidad de Extremadura entregaron el primer día de llegada al campus más de 24721 kilos de viandas a los Bancos de alimentos de Extremadura; muchos de ellos han donado también parte de la comida que sus madres y padres les habían preparado para el comienzo de curso. Poco después, los nuevos alumnos han visitado las instalaciones de sus centros para posteriormente dirigirse hasta el rectorado de la Universidad, y desde allí se acercaron a conocer la ciudad monumental, para finalizar el día con una divertida fiesta de bienvenida.

Bonita noticia, ¿verdad?; lo triste es que no es cierta, y lo más triste es que no solo no es verdad sino que la realidad dista mucho de lo descrito. Lo cierto es que cientos de kilos de harina, cartones de huevos, cajas de caldo de pollo, potitos, botes de Cola Cao, garrafas de kétchup, botellas de vinagre y aceite, fueron empleados para embadurnar a los alumnos que este año iniciaban el curso. Botellas y paquetes casi llenos aún permanecían tirados la pasada semana por los jardines del campus y de la ciudad, junto a basura, inmundicias y otros restos de lo que algunos se empeñan en considerar una fiesta

Hace mucho tiempo que venimos luchando, con escaso éxito por lo que se ve, contra esta fiesta que cada año reaparece en el inicio del curso escolar, imagino que alimentada por la sed de venganza de los alumnos que la sufrieron el año anterior. Cada vez me parece menos justificada, pero si bien es verdad que se mantenía, había ido disminuyendo en duración e intensidad hasta este año.

XCON LAx que está cayendo en nuestro país, con unos alumnos y padres preocupados por las tasas y por la desaparición de las becas y con una situación social que debería preocupar a los jóvenes que llegan a la universidad, se tendría que evitar que se llevaran a cabo actos como estos.

Imagínense ustedes una larga fila de alumnos delante de un muro de nuestra universidad, y frente a ellos, un pelotón de fusilamiento de veteranos provistos de camisetas grabadas con sus nombres, su especialidad y su facultad, y con un arsenal de munición compuesto de huevos y otros alimentos, que después son lanzados contra los novatos y contra el mencionado muro.

Mientras, algunos profesores, personal de administración y servicio, personal de limpieza y mantenimiento, salvo algún imbécil que aún esbozaba una sonrisa cómplice, asistimos estupefactos a la macarra ceremonia, reclamándoles un poco de sensatez que los alumnos transformaban en pitidos y descalificaciones hacia quienes les pedimos sentido común.

Y mientras, una chica, metida en un saco de basura del que salían sus brazos escritos y tatuados con pintadas que más bien parecían la pizarra que debería haber estado mirando, y con una babosa gelatina de huevos y mostaza chorreando sobre su cabeza, gritaba "esto es guay" a través de su teléfono de última generación a un inidentificado interlocutor.

¿No creen que deberían pedir disculpas, limpiar los restos de sus ocurrencias y no olvidarlo para que no se vuelva a repetir? O quizá sería mejor pedirles responsabilidades por los daños causados.

Me gustaría que, como yo, esos alumnos se hicieran, nos hiciéramos, algunas preguntas:

¿Qué clase de sociedad estamos creando que prohíbe la mendicidad pero autoriza las mesas de recogida de alimentos en las puertas de los supermercados, iglesias o centros educativos?

¿En qué clase de ciudadanos quieren convertirnos, puesto que deseamos que nos bajen los impuestos para poder depositar a cambio kilos de marcas blancas en los contenedores de los bancos de alimentos?

¿Qué clase de políticos nos gobiernan que han conseguido que miles de voluntarios y oenegés hayan tenido que asumir el papel de dar de comer a semejantes suyos, a los que el drama del paro, la especulación y numerosas estafas les han llevado a la más absoluta indigencia?¿No les da vergüenza seguir comiendo en restaurantes de lujo con el dinero de esos mismos ciudadanos?