Llegará noviembre, con los Santos y Difuntos, la otoñada, las castañas, y ¿la manifestación del tren? De momento no hay nada a la vista y a las fechas que estamos parece que no la habrá por lo menos unitaria y ni siquiera mayoritaria, pero nos podríamos encontrar con más de una convocatoria a la que solo asistirían los seguidores de uno de los partidos que se presentan a elecciones.

En la primavera de 2016 se creó en Badajoz el Pacto por el Ferrocarril por parte de sindicatos, confederación empresarial y Junta, y un mes después, en la Asamblea de Extremadura, se sumaron los cuatro partidos políticos, PSOE, PP, Podemos y Ciudadanos. En octubre siguiente, a trancas y barrancas, con el escepticismo de muchos y el vacío de otros, se consiguió reunir en Badajoz a 3.000 personas en la primera manifestación por la modernización de nuestras redes ferroviarias.

Ante la respuesta empezaron a sumarse escépticos, también oportunistas, pero fue la movilización social, la indignación por las averías en los trenes, y la acción de la plataforma Milana Bonita que centralizó y recogió información como punto de encuentro en su página de Facebook, las que pusieron al ferrocarril como una lucha colectiva de los extremeños, y el asunto en los noticiarios nacionales y conocimiento general de los españoles.

El Pacto por el Ferrocarril funcionaba, el ministro del PP Íñigo de la Serna se tomó el asunto en serio y trajo a Cáceres a un presidente de Adif que admitía, para sonrojo de todos puesto que debía saberlo hace tiempo, que la situación del ferrocarril extremeño era insostenible y una vergüenza. Desde el Pacto y la Administración autonómica un puñado de personas sacó adelante una convocatoria de manifestación en Madrid que señala un antes y después frente a esa frase del clérigo de Jaraíz que en el siglo XVIII sentenciaba que «espíritu desunido anima a los extremeños».

CON EL ESFUERZO que eso significa, de emplear el fin de semana a eso en vez de al descanso, y dedicando a ello dinero, 40.000 extremeños estuvimos en la plaza de España de Madrid y nuestro grito y protesta se apoderó de España. A partir de ese momento en el conocimiento colectivo nacional se comprende y solidariza con ‘el tren de Extremadura’.

Los ciudadanos vieron a los partidos, a los sindicatos, empresarios, asociaciones, plataformas, juntos, aunque conservaran sus matices, y fueron ellos, y no los políticos, los que tomaron la bandera, la calle y la pancarta.

Luego fue depuesto Rajoy, llegó Pedro Sánchez. José Luis Ábalos, nuevo ministro de Fomento, tomó los expedientes iniciados por De la Serna y los incrementó, llegó por fin lo que el presidente de la asociación extremeña de amigos del ferrocarril, Ángel Caballero, señalaba con acierto como prueba del algodón: las licitaciones y publicaciones en el BOE de inversiones en el atrasadísimo, obsoleto y caro servicio ferroviario extremeño.

Madrid o Cáceres, el lugar de la manifestación anual siguiente, en noviembre de 2018, fue manzana de discordia. El primero en descolgarse del pacto unitario fue Podemos, porque no se sentaba en él Milana Bonita. No tardó mucho tiempo José Antonio Monago, presidente regional del PP, en reclamar que se fuera a Madrid a gritar, en vez de a Cáceres, como defendió el resto de los componentes del pacto.

Pese a las fisuras de esos dirigentes, el pueblo extremeño respondió y en un día adverso por la lluvia 20.000 personas se manifestaron en Cáceres. Llegamos a la actualidad y no hay ni atisbos desde el pacto por animar una nueva manifestación. ¿Debe celebrarse todos los años?. Sí, hasta que tengamos un trazado de alta velocidad, por tanto electrificado, entre Badajoz y Madrid, una realidad que habrá que esperar al menos cinco años más. Es una exigencia viva, que hay que renovar, e incluso buscar alianza con Castilla-La Mancha puesto que ahora el principal atraso está en su territorio, en la provincia de Toledo.

La convocatoria electoral del 10 de noviembre no debería impedir una nueva manifestación.

* Periodista