En un ejercicio mental de contabilizar el debe y el haber de nuestra Extremadura, una pone en un buscador las palabras oportunas y aparecen los titulares de nuestro «haber»: Extremadura es la región más solidaria, con el mayor índice de donaciones de sangre de España; es la que registra el segundo mayor aumento en donantes de órganos del país; más de 100 niños anualmente vienen a pasar el verano gracias a las familias de acogida extremeñas; es la Comunidad Autónoma más segura, con el índice de criminalidad más bajo y podemos presumir de ser «buenos vecinos» y de nuestra gente de la frontera, de ‘La Raya’. La mayor fortuna de Extremadura, está claro, es su gente.

Pero también podemos presumir de un patrimonio histórico y natural inigualable; de ser los mayores productores de alguno de los alimentos que consumimos a diario los españoles; de ser la cuna de los descubridores, de grandes escritores, pintores... o del Centro de Cirugía de Mínima Invasión donde, entre otras actividades, se forman médicos que operan mediante esta técnica por toda España.

Sin embargo, en toda contabilidad hay un «debe», datos negativos, que, en lo que se refiere a nuestra región, están relacionados con la deficiente gestión del gobierno socialista de la Junta de Extremadura. Algunos de esos datos son alarmantes: el 20,46% de paro y el 45% de paro juvenil según la EPA; un 44,6% de los extremeños está en riesgo de pobreza según el indicador Arope; la renta bruta de los municipios extremeños es la menor del país, según la Agencia Tributaria; 911 empresas menos que hace un año, el peor dato de España, según la Seguridad Social; la tasa de actividad emprendedora baja 1,5 puntos en Extremadura según el informe GEM; en el Índice de Competitividad publicado por la Comisión Europea ocupamos el puesto 241 de 268 regiones, por detrás incluso de algunas regiones de Bulgaria y así podríamos seguir con otros indicadores económicos y sociales.

No puede ser más urgente solucionar estos problemas de empleo y actividad económica que se ceban con Extremadura. Sin empresas, no bajará el paro; dependerá solo del empleo público que es el modelo al que el socialismo nos tiene acostumbrados y que según los datos de la EPA, es un sistema fallido. Necesitamos ya una estrategia seria que genere riqueza, confianza, inversiones en nuestra región, que facilite la implantación de empresas que a su vez creen empleo y no esos macroproyectos que son «el cuento de la lechera», que se venden una y otra vez, con fotos y maquetas, pero que no se hacen nunca realidad.

*Ingeniera agrícola y diputada del PP.