Están siendo los más afectados por esta crisis sanitaria y «no se lo merecen». Así me lo decía con profundo dolor recientemente una mujer con un padre que acababa de recibir el alta hospitalaria por coronavirus y una madre en una residencia que no estaba contagiada. No se lo merecen porque forman parte de una generación que ya sufrió suficiente, que vivió la guerra y la posguerra con todas sus consecuencias, que sabe lo que es.

Sin embargo, salvo excepciones, están siendo los más atacados por el virus y no solo físicamente, también psicológicamente. Porque su edad los hace más débiles, pero a esto se ha sumado la crueldad de no poder tener cerca a sus seres queridos. De nuevo aquí los sanitarios están jugando un papel esencial, el papel de hijos o hermanos, con sonrisas, caricias o apretones. Pero morir sin poder despedirte de tu familia y sin que esta pueda decirte adiós es inhumano.

Por eso no se lo merecen, por eso es injusto que se vayan ‘solos’, sin el calor de su familia, por eso esta crisis sanitaria está llevando tanto sufrimiento a las familias a las que el virus llega para quedarse. Las restricciones marcadas por las autoridades sanitarias, aún entendibles desde el punto de vista de la salud física, son desgarradoras desde el punto de vista de la salud emocional.

Bienvenidas esas cuatro horas para poder decir adiós a los enfermos críticos. Más vale eso que nada, pero ojalá no hubiera restricción horaria. Porque «¿qué pasa si en esas cuatro horas no se produce el fallecimiento, si tienes que abandonar a tu padre o madre porque se te ha acabado el tiempo?». De nada le servirá a un hijo que después se intensifique la comunicación con la familia para avisar de su muerte porque lo que quedará clavado es que al final, esa persona murió sola.

La dificultad de comunicarse está pesando también sobre muchos familiares. Porque antes al menos podían ir a visitar a sus mayores a las residencias, pero el confinamiento ha cerrado a cal y canto los centros a las familias y aún así, se han convertido en ratoneras, en las que el virus se ha ido extendiendo, para mayor desasosiego familiar. Los sanitarios no dan abasto y los hijos quieren poder saber de sus padres. Si hay colectivos que han tenido que repartir móviles para mejorar esa comunicación es que algo ha fallado.

Los primeros han pagado la improvisación lógica con una situación nunca antes vivida. Se empiezan a enmendar errores y a los que se fueron solo queda recordarles y honrarles como se merecen. H*Periodista.