El mismo día en que se iniciaba el repliegue en Irak, primer paso para la retirada de todas las tropas de combate en agosto del 2010, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ordenó la primera gran batalla de la nueva guerra de Afganistán, donde las tropas norteamericanas, aumentadas en 21.000 hombres, aplican una nueva estrategia en la lucha contra la insurgencia de los talibanes y Al Qaeda.

La ofensiva de los marines coincide con la que el Ejército paquistaní libra al otro lado de la frontera, en las zonas tribales, en ese laberinto de feudos que sobrevivieron al empuje colonial y mantienen una tenaz solidaridad étnica y religiosa. Por eso la primera premisa de la estrategia consiste en tratar a Afganistán y Pakistán como una unidad geopolítica (Af-Pak).

El objetivo es terminar con Al Qaeda y sus acólitos en ambos países e impedir la creación de un Estado controlado por los talibanes que podría adueñarse del armamento nuclear.

Aunque preparada desde hace semanas, la ofensiva de los marines contra el bastión de los talibanes en la provincia de Helmand ha hecho saltar las alarmas de la confusión en Washington.

La nueva estrategia, que implica desalojar a los insurgentes, ocupar el terreno y proteger a la población local, similar a la exitosa del general Petraeus en Irak, tropieza con el problema del nivel de tropas y el tira y afloja entre la Casa Blanca y los jefes militares que reclaman en privado un incremento hasta los 100.000 soldados desde los 68.000 autorizados.

El primer obstáculo es el resentimiento de la población local, harta de bombardeos y exacciones, que protagoniza una verdadera revuelta contra los soldados extranjeros que pretenden protegerla.

Los progresos logrados en Irak, con ser frágiles, en el escenario afgano exigen un nuevo planteamiento menos político y más desarrollista.

Luego de comprobar con estupor el escaso entusiasmo de los gobiernos de Europa por la aventura asiática, el abandono de la retórica y la práctica del nation-building, de la creación en Afganistán de un Estado digno de tal nombre, empeño en el que fracasaron los soviéticos, parece indicar que Obama estudia "una estrategia de salida" que dependerá de lo que ocurra en Pakistán y de la emergencia en Kabul de un poder más fuerte y menos corrompido que el actual, ya que la insurgencia está más interesada en el modo de vida que en la política.

La primera etapa, las elecciones presidenciales del mes próximo.