A juzgar por la trasnochada aprensión con la que algunos comentaristas muy conservadores han acogido la decisión de José Luis Rodríguez Zapatero de incluir a nueve mujeres en el Gobierno que acaba de estrenarse, hay que llegar a la conclusión de que se trata de un acierto.

Es más, la reacción positiva suscitada en la prensa liberal europea por la composición del nuevo Gobierno deja pocas dudas en cuanto al significado que tiene cara al futuro. Como ha escrito uno de los articulistas, el país en el que hasta hace poco más de 30 años las mujeres no podían siquiera abrir una cuenta bancaria, les ha conferido responsabilidades --Defensa, por ejemplo-- que parecían patrimonio de los hombres. Incluso la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Esperanza Aguirre, considera todo un acierto lo hecho por el jefe del Ejecutivo español.

Todos los argumentos traídos a colación por los adversarios de la mayoría femenina en el Gobierno socialista apenas ocultan el miedo cerval a desterrar de la política este componente machista y patriarcal, bastante trasnochado y alejado de lo que lleva ocurriendo en los países de nuestro entorno desde hace años.

Y que esto quede hecho para siempre, de tal manera que solo sea concebible en el futuro, gobierne quien gobierne, una tendencia a la paridad entre mujeres y hombres. O, por decirlo de otra forma, que solo mueva a comentario en gobiernos venideros una presencia insuficiente de mujeres.

Sería sumamente ingenuo no reconocer que en el nombramiento de nueve mujeres por parte de Rodríguez Zapatero pueden haber pesado factores de márketing poselectoral. Pero, con o sin mayoría de ministras, no hay Gobierno salido de unas elecciones que no incluya algunos ingredientes de mercadotecnia política, señales de humo enviadas a grupos concretos de electores, guiños dirigidos a una parte del auditorio. Y si esto se tiene por algo normal, incluso conveniente, resulta manifiestamente desproporcionado, por no decir injusto, que alguien ahora se lleve las manos a la cabeza o se entregue a ocurrencias fáciles, por no decir groseras.

Lo deseable es que el camino marcado por la composición del nuevo Gobierno tenga repercusión más allá del Consejo de Ministros, que alcance a los siguientes escalones de la Administración y haga que aumente la presencia de mujeres en el Parlamento (ahora son el 36%).

De la misma manera que no es solo deseable, sino necesario, que sirva de acicate para corregir el desequilibrio en el mercado laboral, en el que, a pesar de los avances, la asimetría salarial y los índices de paro perjudican claramente a las mujeres. Por fortuna, han pasado a la historia los días en los que solo algunas profesiones parecían adecuadas para ellas.