Los seres humanos no podemos evitar ofuscar en la tecnología para innovar. Pero a veces nos excedemos aplicando funciones que tienen más de sofisticadas que de útiles. Pongamos los electrodomésticos. Cuando te compras un electrodoméstico debes saber que muchas veces te vas a enfrentar a una prueba de inteligencia llevando a la práctica lo que dicen los manuales de instrucciones.

El primer microondas que tuviste disponía de una sencilla rueda manual de plástico para determinar el tiempo y otra para la potencia, que casi siempre permanecía en la misma posición. De manera que sólo tenías que ajustar el tiempo para calentarte el café. Así de simple. Hace unos días lo cambiaste por uno que te obliga a pulsar en estricto orden varios botones iluminados --muy chulos, eso sí--, si no quieres beberte el café frío o tirar de cazuela y vitrocerámica para calentártelo, siempre que la vitrocerámica no sea prima del microondas y se deje entender. Y da gracias si no te pide contraseña o algo parecido, que esa es otra.

También te has comprado un frigorífico --de marca, eh--. Tiene unas hechuras modernas, con botoncitos iluminados en la puerta. Trascurridos unos días te diste cuenta de que las paredes laterales estaban muy calientes y trasmitían el calor a los compartimentos de un armario contiguo donde guardas algunos alimentos enlatados. Llamaste al vendedor para comentárselo y te dijo que no era nada anómalo, que se debía al nuevo sistema de refrigeración y condensación que traen los frigoríficos modernos. El caso es que por culpa de ese nuevo sistema ya no puedes almacenar lo que quieras en los compartimentos cercanos a las paredes laterales del frigorífico. Tu antiguo frigorífico nunca te hizo una mala jugada, y siempre te mantuvo el gazpacho fresquito.

Ahora estás pensando cambiar también el horno convencional, porque el que tienes, un sencillo aparato con tres niveles de horneo, parece que renquea. Has visto uno con el frontal niquelado y unos mandos apenas visibles. Tiene siete programas de horneo, ventilador interior y es pirolítico. Demasiada sofisticación para asar un simple pollo.