Las relaciones entre Barack Obama y Binyamin Netanyahu nunca han sido buenas, y la percepción que de EEUU hay en Israel ha perdido muchos puntos. Que en el inicio de su primer mandato el presidente estadounidense viajase a Egipto y no se detuviera en Israel se consideró una afrenta, y no es ningún secreto que el primer ministro hebreo prefería que Obama perdiera las últimas elecciones. Pero la realidad manda. El presidente de EEUU inició ayer su primera visita a Israel y nada más poner los pies en Tel-Aviv abusó de la grandilocuencia para calificar de "eterna" la alianza entre ambos países.

En anteriores viajes de jefes de la Casa Blanca, el primer punto de la agenda --al margen de la siempre generosa contribución militar a la defensa israelí-- era el problema entre Israel y Palestina, sin que en ningún caso se lograse una solución, o algo parecido, al conflicto más antiguo del mundo. Esta vez el asunto ni siquiera está en el segundo lugar, que ocupa la guerra en Siria. Es más, Obama no lleva ningún esbozo de plan para relanzar las conversaciones de paz. Irán y sus ambiciones nucleares son el tema dominante de la visita. Tel-Aviv y Washington están de acuerdo en no permitir que la teocracia de Teherán se haga con la bomba atómica. El desacuerdo está en el calendario y las acciones a tomar.

Contrariamente a los deseos de Israel, Obama favorece la vía de las negociaciones y las sanciones --por ahora con escaso fruto-- y quiere marcar los tiempos. La cadencia sobre el uso de la fuerza no es la misma que quiere el Gobierno hebreo. Una precipitada acción israelí arrastraría a Obama a una intervención indeseada que empañaría su segundo mandato.

De la reunión del jefe de la Casa Blanca con el presidente palestino, Mahmud Abbás , cabe esperar bien poco más allá de que Obama le reiterará que Estados Unidos sigue favoreciendo la fórmula de los dos estados, una solución que se aleja cada día más. El Gobierno israelí formado esta misma semana está dominado por los colonos, a los que Netanyahu ya ha prometido duplicar su presencia en los territorios ocupados. Así, Palestina acabará siendo lo más parecido a los bantustanes sudafricanos de infausta memoria. Poco, pues, resultará de esta visita. Obama habrá intentado que no le empañen su segundo mandato, y Netanyahu, muy debilitado políticamente, podrá verse reforzado. Nada más.