WEw n abril del 2009, en Praga, Barack Obama lanzó un llamamiento para un mundo desnuclearizado. Un año después, en la misma ciudad, el presidente de EEUU y su homólogo ruso, Dimitri Medvédev, firmarán un nuevo START, el tratado que prevé la reducción de sus arsenales nucleares. Ambos países seguirán teniendo la capacidad de destrucción mutua en la que se basó la paz de la guerra fría, pero el nuevo documento es un paso en la buena dirección, aunque queden algunos flecos de interpretación. No tan bien en la buena dirección porque establece una nueva relación entre EEUU y Rusia, relación que había caído en su punto más bajo en agosto del 2008 con motivo del conflicto de Georgia. Las amenazas que ahora penden, desde los programas nucleares de Irán y Corea del Norte a las más convencionales, como la salida de la guerra de Afganistán y la ampliación de la OTAN, requieren de manera urgente una coordinación que este nuevo clima puede hacer posible y que será necesaria en la próxima reunión, que tendrá lugar pocos días después de la firma del nuevo START, y que reunirá en Washington a 45 países para combatir la proliferación nuclear. También será útil cuando haya que revisar en Nueva York el Tratado de No Proliferación Nuclear. En unos días, Obama ha logrado dos de los objetivos clave de su mandato: la aprobación de la reforma sanitaria y el desarme, aunque sea parcial. Con estos objetivos cumplidos, Obama puede presentarse con un impulso renovado en su lucha contra la proliferación nuclear. Y Rusia podrá aparecer como un socio fiable y necesario.