Hace diez años, Naciones Unidas lanzó la propuesta de los Objetivos del Milenio (ODM), según la cual para el año 2015 se habría reducido a la mitad la pobreza extrema en el mundo y se cumplirían las mejoras en cuanto a salud y educación primaria, igualdad entre géneros, combate sin tregua al sida y otras enfermedades contagiosas y un medio ambiente más acorde con el futuro. Los líderes mundiales se reúnen en la Cumbre que analizará los avances en estos diez años, a solo cinco del cumplimiento del plazo firmado en el año 2000.

Los informes que se van a analizar por parte de los jefes de Estado y de Gobierno, cuentan con un resumen de 24 páginas, que indican el fracaso estrepitoso del avance en el cumplimiento de los ODM. Existe el compromiso tácito de los gobernantes mundiales de adornar dicho fracaso recurriendo a la crisis mundial, como argumento para justificar que no se ha avanzado lo suficiente en los objetivos trazados. Sin embargo, lo que realmente debería plasmarse en la cumbre no se está tocando. Las cuestiones fundamentales serían tres:

Primera: El incumplimiento por parte de los países desarrollados de aplicación de al menos el 0,7 de su presupuesto a la cooperación al desarrollo. En este punto, y con excepción de cuatro o cinco países nórdicos, todos miran para otro lado, escudándose en la crisis, siendo lo cierto que no estaba en su intención dotar presupuestariamente dicho porcentaje, sino más bien recortarlo como realmente ha ido ocurriendo incluso en los años anteriores a la crisis.

Segundo: Qué políticas se han aplicado en los países menos adelantados y en vías de desarrollo con el 99,3% de su presupuesto propio, es decir, comprobar si se han establecido acciones de políticas públicas en los países citados o realmente han continuado centrados en sus déficits de gobernanza, democráticos, corrupción y malas prácticas. Cómo ha funcionado el seguimiento de las políticas sociales en estos países. Aquí los jefes de Estado echarán la culpa a los países ricos indicando que no han cumplido su compromiso, mirando también para otro lado sin un milímetro de autocrítica.

Y por último, la propia ONU, que ha demostrado no sólo su ineficacia para abordar semejantes objetivos sino que precisa de una reforma solicitada a gritos por la opinión pública internacional para que pueda ser una organización operativa y garante de los avances mundiales. La estructura de Naciones Unidas está caducada. Sueldos astronómicos, una inflada plantilla internacional sin promover a los nacionales en cada país, hacen que el presupuesto destinado a la cooperación se vea absolutamente mermado, dedicando demasiado dinero a cubrir gastos de personal y logísticos en detrimento de programas y proyectos concretos de apoyo a los ODM. Naciones Unidas debe analizarse a sí misma y los líderes mundiales no deberían dejar pasar esta oportunidad para expresar su malestar por el funcionamiento torpe e ineficaz de la institución mundial.

XESCUCHAREMOSx en la Cumbre los tres discursos pero con tono de terapia colectiva y de buenas intenciones, discursos de los que ya estamos cansados, sobre todo los 2.000 millones de personas que hoy sufren la pobreza y los cientos de niños que mueren de hambre al día. Por eso, el fracaso de la Cumbre está garantizado. Fracaso porque no se marcarán objetivos claros para los próximos cinco años y se oirán solicitudes de ampliación del plazo hasta 2020 o 2025. Una vez más demostrarán nuestros líderes mundiales que no están por la labor, que su compromiso será sólo de discurso biensonante, si no que se lo pregunten a los haitianos que aún no han recibido ni el 20% de las ayudas prometidas después del terremoto.

Se han realizado algunas propuestas interesantes por parte de Sarkozy y Estados Unidos, que han comprometido más fondos para los ODM. Por su parte Zapatero ha propuesto junto a otros países pedir mayor esfuerzo a la banca para apoyar el desarrollo en los países más empobrecidos. La recuperación de la idea de aplicar la llamada tasa Tobin (una tasa especial sobre las transacciones financieras internacionales que iría directamente a favorecer el desarrollo), está siendo defendida con fuerza por Brasil, Francia, Corea del Sur y Japón, pero cuenta con la disconformidad de EEUU.

Sin embargo, muy poco se está hablando de la eficacia de la ayuda, en base a los criterios fijados en la declaración de París y en la cumbre de Accra, ni ha sido cuestionada la permanente vinculación de las ayudas bilaterales en función de los intereses políticos y comerciales de los países donantes. Si no son abordados estos asuntos con la suficiente seriedad, me temo que a pesar de aumentar en algunas decenas de miles de millones la aportación a los ODM los mismos seguirán sin conseguirse antes del 2050, fecha que ya ha sido adelantada en la cumbre por el propio secretario general Ban Ki-moon .

*Asesor en Relaciones

Internacionales y Cooperación.