Escritor

La derecha, cuando celebra el triunfo de unas elecciones, festeja siempre algo más. Sólo observándolos se llega a esta conclusión. La celebración de Rodríguez Ibarra es mesurada, profunda, serena, del hombre que lleva una responsabilidad y ésta le atenaza, pero le hace frente. Sus palabras de recuerdo para los concejales vascos de su partido y del PP hacen de él una figura histórica, y señera, que recuerda a un Azaña o a un Miterrand. Todo menos esta atrabilaria fiesta de las copas y alguno hasta con el puño en alto, por los metros cuadrados que le van a recalificar de su huerta. Da la sensación de que iban a ir todos a la cárcel, y de repente se van al cielo a recalificar nuevas tierras del albero pacense sobre todo. Una vez que han ganado y después de cumplir tanto infortunio, encontrarse en la gloria, casi no se lo creen, porque es eso lo que pasa, que no se lo creen, como doña Cristina entregándole a doña Ramona las papeletas, que qué más da si de perdidos nos vamos a la pasta que nos espera, eso sí, si Dios quiere con gran recogimiento, como hace nuestro alcalde, o el cura de Santa Engracia, que el domingo miseaba a Ruiz de Gopegui (Luis ahora te quiero más porque lo vas a necesitar) y decía:

--Tenemos el sagrado derecho de votar, y de votar a un partido cristiano, y como ninguno lo dice en sus siglas tenemos la obligación de votar al partido popular y cristiano...

Y fue tanta la alegría que los que habían ganado de verdad creyeron que habían perdido, cuando debemos reconocer que Dios nos deja esa condena para que nos acerquemos a él, que sólo había que ver a Paco España y su alegría de no haber salido. Por favor, que han ganado ustedes los pecadores, los que en lugar de un libro de religión le dan a un niño un ordenador... Sólo tengo una pena, que la Trini no haya ganado, pero los madrileños se lo pierden. A mí, por el contrario, me da ánimos el triunfo de Celdrán en Badajoz, porque me facilita centrarme, sobre todo, en que el mal existe. Si él hubiera perdido, yo estaría hoy desengañado. Pero donde las copas se cruzaron con mayor fuerza fue en el diario vasco de Badajoz. Eso sí que sería un fracaso haber perdido.